Por_ Leonardo Tello Imaina / Radio Ucamara
En las últimas décadas en la Amazonia, se han repetido cientos de veces actitudes de desprecio y odio hacia los pueblos indígenas. Esas mismas actitudes fueron los causantes de miles de muertes indígenas en la época del caucho. Nada ha cambiado. Los “patrones”, con el paso del tiempo, se han vestido de políticos o empresarios promotores del “desarrollo” para decirnos que estamos en otras épocas y que todo ha cambiado.
Efectivamente, lo estamos. Solo que sus ambiciones de riqueza y poder, su sed de sangre e injusticias no han cambiado. Nada de eso ha cambiado. Se sigue causando y permitiendo barbaries en la Amazonia. Se sigue asesinando impunemente a decenas de líderes que pelean junto a sus pueblos por una vida justa, digna y con respeto. Nada más que eso le han pedido al Estado peruano: justicia, dignidad y respeto. A cambio han recibido muerte y amenazas permanentes. El sufrimiento de los pueblos clama hasta el cielo.
Desprecio a la sabiduría indígena
En el Perú, la educación básica y superior no solo está de espaldas a esta realidad: la normaliza, la vapulea, la maquilla de civilización, haciendo que los pueblos sean apenas culturas que hay que estudiar para recordar que ya no somos salvajes, que uno de sus esfuerzos ha sido la civilización de los pueblos, dejando de lado que los pueblos existen y están presentes hoy y con todas sus culturas.
Lejos de mirar la sabiduría indígena como una de las mejores posibilidades para salvar la vida y el planeta, se le ve como un obstáculo que hay que eliminar, así, eliminar; para que las grandes corporaciones económicas se llenen los bolsillos y los políticos de turno saquen su tajada, promulgando leyes de la muerte, leyes injustas que avasallan la vida de los pueblos.
Cientos de niños no serán jamás sanos y con la capacidad que todo ser humano tiene desde la concepción. Eso al Estado peruano no le importa; su discurso de ciudadanía y justicia carece de verdad, es hipócrita y malévola. Los metales pesados en la sangre de la gente debido a los cientos de derrames petroleros en más de 50 años, sobre todo de los niños, arrebatan esas capacidades y sus vidas día a día. Nunca se exigió agua potable, buena salud, educación entre otros derechos fundamentales ya que los pueblos la tenían, de otra forma, pero la tenían, hasta que el propio Estado generó la necesidad y la crueldad en los territorios de los pueblos indígenas.
Apuesta por la vida
El Estado contamina y mata, pero lo niega. El Estado oprime y explota, pero lo niega. El Estado abandona y olvida, pero lo niega. Su actitud de negación y olvido de los pueblos tiene muchos nombres: INJUSTICIA, INHUMANIDAD, CORRUPCIÓN…
El circuito petrolero, no es otra cosa que el circuito de la muerte: pueden los pueblos perder esta batalla, desaparecer o ganarla. Pero una cosa es segura, los codiciosos del dinero Estado y Empresariado no se librarán de la propia muerte que están generando.
Toca asumirse humanos honestos y dar solución de vida a estas calamidades. Toca respetarnos y hacer una apuesta por la vida y que el dinero no sea jamás el centro o la razón que ciegue los argumentos y el destino de todos.