En una región amazónica marcada por la delincuencia y el abandono estatal, misioneras y misioneros de Brasil, Colombia y Perú se reunieron para formarse en derechos humanos. El V Encuentro de la Triple Frontera no solo visibilizó la crudeza de esta realidad, sino que abrió caminos de articulación y esperanza frente a una violencia que ya no se puede normalizar.
10:00 | 20 de mayo de 2025.- Con el firme propósito de fortalecer su trabajo territorial en defensa de la vida, el pasado 14 de mayo treinta misioneros y misioneras de Brasil, Colombia y Perú se reunieron en la ciudad fronteriza de Leticia para participar del V Encuentro de Misioneros de la Triple Frontera. Esta edición marcó un giro significativo al priorizar la formación en derechos humanos frente a las crecientes vulneraciones sociales, económicas y ambientales que afectan a las comunidades amazónicas de esta región trinacional.
La jornada fue organizada por el Vicariato Apostólico de San José del Amazonas (Perú), el Vicariato Apostólico de Leticia (Colombia) y la Diócesis de Alto Solimões (Brasil), y tuvo como eje central el taller “Derechos humanos en la perspectiva amazónica”, facilitado por Verónica Shibuya, abogada del Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP).
“Un derecho humano que se desvanece: la paz”
Durante su intervención, Shibuya puso énfasis en la normalización de la violencia y la impunidad en zonas como Leticia y Tabatinga. “La situación es mucho más impune en zona de frontera. Ahí hay una convivencia directa con situaciones complejas: sicariato, violencia sexual contra niñas y niños, trata de personas. Es la cotidianidad”, señaló.
La abogada también denunció la vulneración sistemática del derecho a la paz. “Mientras exigimos que se respete nuestro derecho a vivir en paz, estamos perdiendo otros derechos. En Leticia o Tabatinga la gente ya no transita de noche. Hay temor de salir y no regresar”, afirmó, tras compartir el caso de un asesinato ocurrido minutos después de una misa en Tabatinga.
En ese contexto, destacó el papel que la Iglesia y los misioneros desempeñan, no solo en el ámbito pastoral, sino como agentes de contención y defensa frente al abandono estatal. “Ellos trabajan con limitaciones enormes, con ese sabor amargo de la impunidad, y sin embargo siguen firmes acompañando a las comunidades”, agregó.
De la conciencia a la acción: identificar la vulneración
Para muchos participantes, el taller significó una revelación: situaciones que antes parecían parte del paisaje cotidiano -como la pobreza estructural o la violencia intrafamiliar- fueron identificadas como vulneraciones de derechos fundamentales. “Fue como abrir las ventanas de una casa para que entre la luz”, relató Shibuya. “Cuando les explicaba cada derecho y su transgresión, me decían: ‘Sí, eso nos pasa. Sí, acá también ocurre así”.
El impacto fue tal que surgió una petición clara: continuar el proceso formativo, profundizar en estrategias jurídicas y crear mecanismos de articulación entre los tres países. “Se dieron cuenta de que sí hay salidas. Lo que falta es acompañamiento técnico y legal. Por eso propusieron enviar una carta a la Red Eclesial Panamazónica- REPAM solicitando apoyo estructurado en la triple frontera”, puntualizó.
Una articulación que escucha el clamor de los pueblos
Lizete Cunha, misionera en Islandia (Perú), valoró especialmente el enfoque del encuentro: “Fue un momento especial, no en sentido romantizado, sino porque se conecta con nuestras inquietudes personales y colectivas. Sentimos los gritos en la triple frontera y nos duele mucho”.
Cunha reconoció el aporte de la formación jurídica en el Encuentro como una herramienta para visibilizar y responder a las múltiples crisis: “Escuchando a los demás misioneros y con la asesoría de Verónica, construimos líneas de acción concretas. Es importante iniciar con un diagnóstico técnico sobre las expresiones de la problemática social para luego seguir trabajando de forma sinodal y articulada”.
Frente a una realidad marcada por la trata de personas, el narcotráfico, el tráfico de órganos, la violencia estructural y la inseguridad alimentaria, el clamor de los misioneros es claro: no basta con el acompañamiento espiritual. Se necesita también una estrategia de defensa integral de los derechos humanos.
“Ya identificamos que hay vulneración de derechos. Ahora lo que sigue es decidir cómo procedemos”, concluyó Shibuya. Una propuesta en marcha es que el núcleo de frontera de REPAM pueda establecer presencia permanente en Leticia o Tabatinga, con equipos legales y comunicacionales que apoyen de forma directa a las comunidades.
El próximo encuentro se realizará entre agosto y septiembre de este año. Se espera que este nuevo espacio sea una oportunidad para continuar la formación, fortalecer las redes y avanzar en una estrategia conjunta que defienda la dignidad y los derechos de las comunidades amazónicas más olvidadas.