Por Mauricio López *

En una entrevista concedida al Padre Antonio Spadaro SJ., en 2019, el papa Francisco afirmaba que “debemos entender que el Sínodo es más que un Parlamento. A veces, el ‘mal espíritu’ acaba condicionando el discernimiento, favoreciendo posiciones ideológicas (de ambos bandos)”.

Prosigue el Santo Padre: “Debilitando la libertad de espíritu tan importante para un viaje sinodal”. Hay “un ambiente que acaba por distorsionar, reducir y dividir (…) en posiciones dialécticas y antagónicas que no ayudan en nada a la misión de la Iglesia. Porque todo aquel que se atrinchera en ‘su verdad’ acaba siendo prisionero de sí mismo y de sus posiciones (…) Así, caminar juntos se vuelve imposible”.

A partir de estas consideraciones quiero compartir las tres tensiones sustanciales alrededor y dentro del proceso del Sínodo Amazónico como de la Conferencia Eclesial de la Amazonía (CEAMA) –hijos de Laudato Si’–, que bien pudieran extrapolarse en otros escenarios, por ejemplo, la Asamblea Eclesial.

Dimensiones del Sínodo Amazónico

Este Sínodo fue bidimensional, ya que se focalizó en una dimensión territorial específica (un bioma que es distinto a una región eclesial o político-administrativa), con problemáticas y rasgos particulares que piden de la Iglesia un tipo de presencia y respuesta acorde con dicha realidad.

Por otro lado, tenemos la dimensión Universal de la Iglesia, en la que se hace explícita la necesidad de acompañar los itinerarios de reforma eclesial que nos inspiran desde el Concilio Vaticano II (y los pasos de su interpretación y reflexión posteriores a nivel regional y global).

El Sínodo aportó, en su momento, luces para esta mirada universal al ser un Sínodo Especial, y no regional.

Temporalidad del Sínodo

Además el tema del Sínodo nos habló de la urgente llamada a una Conversión Pastoral en su componente: “Nuevos caminos para la Iglesia”. Esto se vivió como un “Kairós” , ya que vimos rasgos particulares de la presencia actuante de Dios y de una llamada atrayente hacia Él.

También se trató de ir en pos de un discipulado misionero, de ser Iglesia de Cristo testimonio creíble, con una vocación clara por reconocer y asumir la diversidad encarnándose en lo concreto.

Y en el otro extremo de esta tensión, el propio tema del Sínodo nos habló del llamado a “una Ecología Integral” como imperativo ético universal. Se trató, fundamentalmente, del llamado a una conversión ecológica.

En tanto necesitamos repensar drásticamente el modo de relación con nuestra hermana madre tierra superando la visión de dominación y sometimiento. Es decir, se trata de alcanzar un cambio real, urgente, asumido en clave de tiempo “cronos” . Un tiempo que avanza irrefrenable poniendo en riesgo el futuro: el proyecto de Dios.

Una reforma en curso

La tensión en el Sínodo se expresó, por un lado, entre un polo que procura la continuidad de lo que consideramos un modo desde la Centralidad, con un esquema más tradicional, asociado a una Iglesia con un modelo de gobierno centralizador, y con un estilo, todavía, predominantemente jerárquico-vertical.

Mientras que por el otro lado, el intento de una Iglesia más Sinodal, capaz de revisarse internamente para cambiar de ritmo y su modo de caminar, que reconozca a los sujetos diversos que la interpelan hoy para poder caminar en mayor sintonía con los mujeres y hombres de hoy.

En definitiva, más allá de las diferencias justas y necesarias, la Panamazonía, sus pueblos, y los misioneros que se han encarnado en serio, pueden enseñarnos mucho sobre otros modos, otros ritmos, y una visión profunda de lo sacramental y ministerial, que hacen sentido en una experiencia inculturada e intercultural.

En la actual coyuntura, con un proceso de escucha al Pueblo de Dios a través de la Asamblea Eclesial estamos llamados a organizarnos como Iglesia sinodal hacia un modelo de gobierno más participativo, colegial, de mayor comunión, y que establece criterios y estructuras nuevas para caminar más al ritmo de los gritos y esperanzas de la realidad.

* Mauricio López Oropeza es Secretario interino de la CEAMA y secretario interino del Centro de Acción Pastoral y Redes del CELAM.