Desafío de una Iglesia Sinodal: unida y misionera, más ministerial y menos clerical
Al concluir la fase continental del Sínodo de los países bolivarianos (Ecuador, Perú, Colombia, Venezuela y Bolivia), en Quito, queda en el alma un anhelo de seguir viviendo los mismos sentimientos de la primera comunidad cristiana, que nos narra los Hechos de los Apóstoles 4,3: “la multitud de los fieles tenían un solo corazón y una sola alma (…) todos los creyentes vivían unidos y compartían lo que tenían” y el Salmo 133: “miren cuan bueno y cuan agradable es que los hermanos vivan juntos, en armonía”.
Por Mons. Rafael Cob *
Durante la Asamblea Regional, inspirados en la cita del profeta Isaías: “Ensancha el espacio de tu tienda” (Is 54,2), nos dispusimos a vivir una experiencia de compartir el pensamiento y la vida que el Espíritu de Dios nos sugería. En un ambiente de escucha, que se convertía en una acogida fraterna, la tienda se iba agrandando en el corazón de cada uno.
Signos de los tiempos
De ahí fueron fluyendo palabras que iluminaban la vida de nuestra Iglesia universal desde la rica vivencia de la interculturalidad, de una Iglesia abierta para acoger a todos como hermanos, para descubrir que la identidad de cristianos la recibimos en el bautismo que nos da la igualdad y dignidad de hijos de un Dios Padre que nos ama a todos sin distinción de raza, lengua o condición social.
Como bautizados tenemos el derecho y el deber de sentirnos enviados a evangelizar como “Iglesia en salida”. Fuimos entretejiendo en la conversación espiritual como metodología de las relaciones que superan el clericalismo y/o el autoritarismo. Seguimos escuchando, desde el corazón, con la mente abierta y las manos puestas sobre el hombro del hermano que se vuelve compañero en el mismo viaje y movidos por el mismo espíritu.
Pudimos ver los desafíos de nuestra Iglesia, contemplando las realidades del mundo de hoy, que grita desde las diferentes situaciones de injusticia, situaciones que las podemos calificar como “signos de los tiempos”, que Jesús pedía saber interpretar.
Vacíos y ausencias
Pudimos ver los vacíos y ausencias en este camino sinodal. Echamos en falta la presencia y el protagonismo de los jóvenes en la tienda sinodal de la Iglesia. Cuando mirando hacia el futuro, serán ellos los que les tocará sufrir las consecuencias del actuar del presente. Cuando hemos oído tantas veces, “la juventud es esperanza del mañana”, verdaderamente el mañana se construye en el hoy de este tiempo, en el aquí y ahora.
Por eso es necesario que nuestros jóvenes estén también presentes en esta tienda y asuman vivir el presente con la responsabilidad que exige mantener la esperanza del mañana, para que sean protagonistas, junto con los adultos, y sus sueños y los nuestros puedan hacerse realidad.
Pudimos ver que falta mucho que llegar a esta tienda sinodal. Los que se sienten lejanos de la Iglesia, olvidados o discriminados, juzgados, excluidos o resentidos, con heridas que sanar, hay mucho que reconciliar. Es todo un reto para la Iglesia, con entrañas de madre y misericordia, que requiere un acercamiento a esos rostros sufrientes. Con corazón samaritano, debemos hacer un discernimiento comunitario, desde un testimonio de solidaridad, de diálogo y escucha, de acompañamiento y acogida.
Iglesia de discípulos misioneros en salida
Nos sentimos urgidos a ser la Iglesia en salida, de discípulos misioneros como nos pedía Aparecida, para que todos tengan vida en plenitud. Esa vida que Cristo ha traído para todos y debemos hacer llegar, desde el anuncio del kerigma, de un Cristo muerto y resucitado que dio su vida por todos y nos pide conversión personal y comunitaria.
La vocación misionera a la que la Iglesia no puede renunciar, por estar en su misma naturaleza e identidad, es salir a las periferias geográficas y existenciales. Para un cristiano este llamado no es opcional, es un imperativo que Jesús nos pide: “Vayan por todo el mundo y anuncien a todos los pueblos” (Mc 16,15).
“Abrir nuevos caminos de evangelización y para una ecología integral”, fue el objetivo del Sínodo Amazónico que el Papa Francisco convocó para 2019 y que se ha convertido en ejemplo de sinodalidad.
Ecología Integral
La Iglesia no puede ser ajena, ni dar la espalda a la realidad socioambiental que vive nuestro planeta. Desde la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) y la Conferencia Eclesial de la Amazonía (CEAMA) pudimos ver que hoy no hay otra alternativa sino una ecología integral como respuesta al grave problema ecológico de esta tierra y saber que la Amazonía de nuestros pueblos bolivarianos es parte de la solución.
La Amazonía, como dice el documento enviado por la REPAM-CEAMA para este Sínodo, “no es solo una región sino paradigma que interpela y desafía nuevas posturas y comportamientos con los imperativos del cuidado de la Casa Común como dimensión de la acción evangelizadora y el respeto y acogida de los pueblos originarios como interlocutores y sujetos de una evangelización inculturada”.
Como pide el Sínodo, la Iglesia debe ser aliada en la defensa de sus derechos que son vulnerados.Nos sentimos como Iglesia, compañera de camino de toda la humanidad.
Comunión y corresponsabilidad
Este encuentro sinodal bolivariano ha creado entre nosotros lazos más fuertes de comunión y corresponsabilidad. Compromisos como el de no solo reconocer la participación y protagonismo de las mujeres en una Iglesia ministerial, sino también como el ministerio ordenado. Ellas deben estar en la responsabilidad de la toma de decisiones a los que se debe llegar con un discernimiento comunitario. Igualmente se puso de manifiesto la formación sinodal permanente como tarea necesaria para todo el pueblo de Dios: clero, vida consagrada y laicado.
Nada se podrá alcanzar sin el Espíritu Santo, gran artífice de este camino sinodal, al que le debemos una docilidad, viviendo la espiritualidad contemplativa. Como modelo de Sinodalidad tenemos la Virgen María, que escucha la voz del Espíritu, discierne a la luz de la palabra divina y decide actuar según el Espíritu: “hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).
Urge vivir este proceso sinodal en la Iglesia con la esperanza cierta de que Dios no defrauda al que en el confía (cf. Rm 10,11). En comunión, participación y misión, lancémonos sin miedo, juntos como pueblo de Dios bajo el mismo Espíritu, a pesar de las tensiones que ello provoque. Como decía Bertol Brecht: “la crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de surgir¨.
Con el Papa Francisco está surgiendo lo nuevo, una Iglesia renovada, como exigencia del Espíritu. Navegamos hacia aguas más profundas donde las amenazas de las olas no prevalecerán contra la barca de Pedro (cf. Mt 16,18), la cual avanza, a pesar del oleaje, y llegará a buen puerto.
Como decía Santa Teresa: “quien a Dios tiene nada le falta; solo Dios basta”.
* Monseñor Rafael Cob Garcia, obispo del Vicariato de Puyo (Ecuador), es presidente de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM)