Un siglo de historia no se celebra todos los días y, conscientes de ello, desde el Vicariato de Yurimaguas continúan difundiendo en este 2021 las diferentes etapas y procesos que la Iglesia de Alto Amazonas ha atravesado en los últimos 100 años. Si hace unos meses se terminaba de imprimir y se presentaba el libro “Historia del Vicariato de Yurimaguas”, un libro de 420 páginas trabajado por el propio obispo, Mons. Jesús María Aristín; ahora nos acercan esta historia en forma audiovisual.
“Estamos tratando de dar a conocer nuestro Centenario lo mejor posible”, asegura el obispo, “por ello, conscientes de que algunos no tienen mucho tiempo de leer y también para llegar a través de Internet más allá de nuestras fronteras, hemos optado ahora por presentarles la Historia de nuestro vicariato de forma audiovisual”. Se trata de 25 videos de unos 30 minutos que ya están disponibles a través del perfil de Youtube del Vicariato Apostólico de Yurimaguas.
Los videos se pueden consultar a través del siguiente enlace de Youtube.
Este canal de Youtube, según explicó el obispo a todos los misioneros/as, religiosos/as y laicos pretende mirar más allá, buscando ser una nueva ventana del Vicariato hacia el mundo. Por ello, les invita ahora a compartir todo el material audiovisual que consideren interesante a fin de continuar alimentando, enriqueciendo y difundiendo el trabajo social, educativo y pastoral que todos ellos han desde sus diferentes lugares y ámbitos de misión.
“Esperamos que esto nos ayude a vivir con más intensidad nuestro Centenario y encienda nuestra “luz misionera”. No se olviden que somos sal y luz y que desde el día de nuestro Bautismo, estamos llamados a ser misioneros y testigos de Cristo vivo y Resucitado. ¡Feliz Centenario del Vicariato!”, concluye Mons. Aristín.
Es bueno volver la mirada a las raíces de los encuentros que dan origen a procesos de cambio, como lo ha hecho la Red Eclesial Panamazónica – REPAM en estos 7 años de vida. Parece que fue ayer cuando en la ciudad de Puyo, del 22 al 24 de abril del 2013, se reunían en el Centro Pastoral de Intipungo, 146 personas convocados por una experiencia de trabajo compartido en el Oriente Ecuatorianoy coordinado por la Cáritas Nacional del Ecuador. Acompañados por las principales autoridades de la Conferencia Episcopal del Ecuador, los obispos de las jurisdicciones amazónicas del Ecuador, el representante del CELAM, Mons. Pedro Barreto, representantes de los pueblos originarios de la Amazonía y organizaciones fraternas internacionales, nos reuníamos a la luz de un proceso de trabajo y reflexión que se venía realizando en la Amazonia ecuatoriana, buscar respuestas y caminos para promover un modo de vida compatible con la defensa de la naturaleza y de los pueblos que en ella habitan.
Nos motivó el llamado que el Papa Francisco había hecho en una homilía el 19 de marzo del 2013: “Quisiera pedir por favor a todos los que ocupan puestos de responsabilidad…hombres y mujeres de buena voluntad: seamos custodios de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente, no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen nuestro caminar…”
Semilla que germina y produce frutos
Todo ello motivó a los presentes a elaborar un documento final de este encuentro y así sembrar la semilla de una Red llamada REPAM que, al año siguiente, 2014, en Brasilia, se diera luz al nacimiento oficial de ésta. La REPAM es fruto de un proceso de trabajo en distintos países amazónicos con la misma búsqueda de encontrar el cauce que articule tantos pensamientos y sentimientos expresados en las voces de los pueblos que viven en los territorios de este bioma panamazónico.
Dios Padre y Madre, con su Espíritu fecundo y creativo, hizo surgir este instrumento providente de la REPAM y, a la luz de la encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco (2015), quien, movido por el Espíritu de Dios, convocaría el Sínodo Amazónico (octubre 2017). Era algo que nadie se imaginaba. En el proceso sinodal, la REPAM realizó un trabajo gigantesco encomendado por el Papa, la preparación y la ejecución de la escucha en los territorios amazónicos con una participación inédita, de más de 86.000 participaciones, preludio de una Iglesia sinodal, referente de trabajo eclesial en el mundo. Esto ha sido y es el “kairós” del Espíritu en la Iglesia hoy, para abrir nuevos caminos de evangelización y para vivir una ecología integral desde la defensa y cuidado de la vida de nuestro planeta Tierra, la casa común para la humanidad.
LA REPAM ha estado presente y seguirá estando presente en el territorio, acompañando la vida de la familia amazónica, con su gente, con su fauna y con su flora, con sus montañas y ríos, expresión del amor y la hermosura creada por Dios para el mundo.
REPAM: Siete años
Agradecemos a Dios por estos 7 años de camino andado, de lucha y de desafíos, de esperanzas y sueños realizados. Seguimos soñando con el Papa Francisco, en su Querida Amazonia: “Sueño con una Amazonía que luche por los derechos de los mas pobres, …que preserve esa riqueza cultural, …que custodie celosamente la hermosura natural que la engalana, …sueño con comunidades cristianas hasta el punto de regalar a la Iglesia nuevos rostros con rasgos amazónicos” (QA, 7).
El camino de la REPAM sigue, porque los sueños de Dios y de los hombres y mujeres continúan, y la esperanza de los pueblos nunca muere: habrá un día en que todos al levantar la vista veremos una tierra nueva, con hombres y mujeres nuevos, más misioneros, más fraternos, más solidarios, más proféticos. Seguimos tejiendo la red y obedeciendo al maestro, “echad las redes mar adentro”, avanzando hacia aguas más profundas. escuchando a nuestros pueblos en sus territorios, construyendo un mundo más justo y humano, una naturaleza más limpia, con aires y ríos más trasparentes.
Solo nos queda felicitar a todos los que estos años de vida de la REPAM han colaborado con su granito de arena, con su ánimo y su oración, con su reflexión y sugerencias. El discernimiento siempre estará abierto para mejorar cada día este servicio eclesial y que, en esta etapa presente, está llevando adelante para hacer realidad las conclusiones del Sínodo Amazónico. Que el Dios de la sabiduría nos ilumine y nos bendiga.
* Mons. Rafael Cob, obispo vicario apostólico de Puyo (Ecuador) y vicepresidente de la Red Eclesial Panamazónica – REPAM.
Este 12 de septiembre la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) celebra siete años de sustentarse en una perspectiva territorial donde se generan conexiones entre las presencias históricas de la Iglesia en la Panamazonía y la diversidad institucional eclesial.
Por Carmen Julia Luján
La REPAM se encuentra en una búsqueda constante de construir puentes para fortalecer la misión integral de la iglesia y servir de mejor manera a las poblaciones indígenas, campesinas, afrodescendientes y ribereñas.
“Celebramos los siete años de la Red Eclesial Panamazónica, en la Biblia el número 7 significa algo terminado, algo completo, pero no es el caso de la Red porque recién estamos en este proceso, en este camino sinodal que nos lleva a todos nosotros a vivir una iglesia misionera en salida”, expresa el Cardenal Pedro Barreto, presidente de la REPAM, en ocasión de este aniversario.
Card. Barreto también recuerda los inicios de la Red y define a ésta como la respuesta de Dios a las necesidades muy sentidas de la presencia de la iglesia en la Amazonía y resalta que la experiencia del Sínodo de 2019 ofreció a la Iglesia universal, y al Papa Francisco, un proceso inédito de preparación, de escucha y de discernimiento.
La REPAM, de esta manera, continúa profundizando su camino en la dinámica inspirada en el Sínodo Amazónico y el proceso de discernimiento llevado a cabo en 2020, y fortaleciendo su identidad para iluminar su camino con el aporte de todas y todos y cada uno de los que se comprometen con esa experiencia sinodal de la misión.
Eucaristía Solemne en Manaos
Para celebrar el aniversario, el próximo domingo 12 de septiembre a las 7h30 (hora local), la Secretaría Ejecutiva de la REPAM participará de la Misa en la catedral de Manaos, Brasil, presidida por Monseñor Leonardo Steiner. La celebración será transmitida por el Facebook @repam.amazonia
Desde la interconectividad de la Red, se presenta la siguiente oración para que las comunidades amazónicas incluyan en las celebraciones que realizarán este domingo:
“Por los 7 años de la Red Eclesial Panamazónica – REPAM: para que continúe su misión de promover el Reino de Dios en el cuidado y defensa de los pueblos, culturas y territorios amazónicos, a través de la articulación en red y ayudando a consolidar nuevos caminos para la Iglesia y una Ecología Integral. Roguemos al Señor”.
Texto: Roberto Ábalos, misionero dominico del Alto y Bajo Urubamba (Vicariato de Puerto Maldonado).
Foto de portada: Rodrigo Rodrich
Son muchas las leyendas y mitos que existen alrededor del Pongo de Mainique. Para el pueblo matsigenka, el Pongo es su Génesis, su santuario, su “Tonkini” (el cerro más alto en la margen izquierda, que encajona al Urubamba), el “omogito inkite” (ombligo del universo), allá donde Tasorintsi sopló con fuerza y levantó torbellinos de viento y remolinos de agua, como un efluvio seminal de su magnificencia.
Las historias cuentan que Tasorintsi hizo brotar al matsigenka que se extendió río arriba y abajo, siempre caminando para que no caiga el cielo, y forjando una escalera que lo una con la tierra en cercanía. Para eso, previamente había herido con su rayo poderoso a la cordillera andina. Al igual que Moisés con su vara, separó el Alto del Bajo Urubamba para que la transición sea de las encrespadas cumbres a la planicie amazónica.
En este sagrado lugar se encuentran dos grandes corrientes de agua que originan los remolinos profundos del “Meshiareni”, lugar al que van los espíritus de la buena gente matsigenka; y el “kamaviría”, donde claman los muertos de mala vida y con sus lamentos rasgan el ambiente e incrementan el caudal de las aguas.
Como lo dice la palabra, tanto en quechua como matsigenka, pongo significa ‘puerta’. En este caso, la puerta del oso (Maeni). El formidable caudal de agua, que fluye con fuerte gradiente de inclinación, hace que su lecho se estreche en forma de cañón y pase de los 90-80 metros a los 40-30 de ancho. Alguna falla geológica y la fuerte erosión han hecho posible la factura del Ande y la entrada a la placidez meándrica de la selva del Bajo Urubamba.
A lo largo de este cañón discurren cantidad de cascadas y el roquerío amurallado y pulido en forma de sierra que destroza la lancha que se arrima a él. Por eso, el Pongo del Mainique se cobra con frecuencia la pérdida de vidas humanas. No hay año en el que su cañón no provoque el naufragio de las embarcaciones que intentan surcar sus aguas.
A lo largo de este siglo se cuenta con datos y testimonios que hablan de lo difícil que es navegar por las turbulentas aguas de este cañón, que tiene una extensión de 37 a 52 metros de ancho por 3.680 metros de largo, y una corriente que alcanza los 28 kilómetros por hora.
Octubre de 2004: Entre el temor y el temblor
Varios misioneros, llegados tiempo atrás a esta parte de la Amazonía cusqueña, también han perecido al intentar aventurarse en las temibles cascadas y aguas del Pongo. Los relatos sobre este misterioso cañón llegaban durante mis años como estudiante hasta la escuela apostólica del Seminario Hispano Americano de Misioneros Dominicos de Villava, en Navarra, España. Allí fue donde escuché, con emoción, las historias de los misioneros que habían logrado cruzar sus aguas, y de algunos otros que fallecieron al ser tragados por sus remolinos.
Siendo el misionero que más ha surcado el Pongo de Mainique para ir a las misiones de Koribeni (Alto Urubamba) y Timpía (Bajo Urubamba), he estado en riesgo de naufragar en varias ocasiones. Recuerdo con lucidez la primera vez que lo surqué en octubre de 2004. Solo tres personas navegábamos en aquel bote: el piloto, el puntero y yo. Pero había más. Junto a mí yacían un toro muerto y sangrado, que encharcaba de rojo toda la lancha, y una vaca que no dejaba de moverse meciendo también la frágil embarcación.
El piloto, ante la misma puerta del estrecho pasadizo del cañón, como es costumbre, había parado la lancha para reacomodar la carga. Antes de arrancar de nuevo, fiel a la liturgia marinera en ese trance, hizo la señal de la cruz y sorbió varios tragos de aguardiente. Apenas entrando, aparece la mayor y majestuosa cascada de las muchas que jalonan el encajonado río, llamada el manto de novia.
Ese es el corazón del “Tonkini”. Sus aguas sonoras, enérgicas y espumantes no son de caída, sino de filtración. Estalla y se expande en humedades que pulveriza el soplo de Tasorintsi, y bañan en temible caricia a los temerarios que se aventuran a cruzarlo en época de lluvias.
Cuando admiraba con temor y temblor la majestuosidad, contemplé ante mí una muralla de agua de al menos dos metros de altura, que juzgué era imposible escalar tal y como la popa arrumbaba hacia ella. El piloto juzgó como yo y se echó para atrás, de nuevo hasta la misma boca bajo la efigie del inca. No fue hasta el tercer intento que, acercándonos cada vez más a la pared rocosa logramos, al fin, asaltar las olas.
Luego se suceden, a unos 300 metros el uno del otro, dos peldaños, también extremadamente peligrosos, pero no tanto como el primero. Al final te espera la famosa L que hace el río en ángulo recto, que en época de lluvias es más sencillo de cruzar. No todo el peligro termina en ese kilómetro temible, quedan otros dos con tramos arremolinados sumamente peligrosos. Ciertamente el peligro no termina hasta llegar a Ivochote, a dos horas de un viaje empinado.
Un lugar sagrado: cientos de relatos
Son muchas las leyendas y mitos alrededor del Pongo. Es casi imposible oír de labios de los paisanos matsigenkas que coincidan en los relatos, cada quien lo enriquece con su propia sensibilidad y experiencia.
Mario Vargas Llosa, en su excelente novela “El hablador” y asesorado por el P. Joaquín Barriales, gran recopilador de la mitología matsigenka, cuenta así la sacralidad del Pongo, recogiendo muchas versiones del mismo:
“Allí ocurrió, en el Gran Pongo. Allí el principio principió. Tasurinchi bajó desde el Inkite por el río Meshiareni con una idea en la cabeza. Hinchando su pecho, empezaría a soplar. Las buenas tierras, los ríos cargados de peces, los bosques repletos, tantos animales para comer, irian apareciendo. El sol estaba fijo en el cielo, calentando el mundo. Contento, mirando lo que aparecía. A Kientibakori le dio su rabieta terrible. Vomitaría culebras y sapos viendo lo que ocurría allá arriba. Tasurinchi soplaba y habían comenzado a aparecer también los machiguengas. Entonces, Kientibakori abandonó el mundo de aguas y nubes negras del Gamaironi y subió por un río de orines y caca. Rabiando, humeando de cólera, “Yo lo he de hacer mejor”, diciendo. Apenas llegó al Gran Pongo, se puso a soplar. Pero de sus soplidos no salían machiguengas. Tierras podridas donde no crecía nada, más bien; cochas cenagosas donde sólo los vampiros podían resistir el aire tan hediondo. Culebras salían. Víboras, lagartos, ratones, zancudos y murciélagos. Hormigas, gallinazos. Todas las plantas que producen ardor salían, las que queman la piel, las que no se puede comer. Esas nomás. Kientibakori, seguía soplando y, en lugar de machiguengas, aparecían los kamagarinis, los diablillos de pies curvos y filudos, con espolones. Las diablas aparecían, con sus caras de asno, comiendo tierra y musgo. Y los hombres cuadrúpedos, achaporo, tan peludos y tan sanguinarios. Kientibakori rabiaba. Tanta rabia tenía que los seres que iba soplando salían, como los daños y las alimañas, más impuros, más malvados. Cuando terminaron de soplar y se volvieron, Tasurinchi al Inkite y Kientibakori al Gamaironi, este mundo era lo que es ahora. Así comenzó después, parece. Así empezamos a andar. En el Gran Pongo. Desde entonces estamos andando, pues. Resistiendo los daños, sufriendo las crueldades de los diablos y diablillos de Kientibakori estamos. El Gran Pongo era prohibido, antes. Sólo regresaban hasta allí los muertos, almas que se iban sin volver. Ahora van muchos; virakochas y punarunas van. También machiguengas. Con miedo y con respeto irán. Pensarán: ¿ese ruido fuertísimo es sólo agua chocando contra las rocas al caer? ¿Sólo río al cerrarse entre paredes de piedra es? No, parece. Es ruido que sube de abajo, también. Gemidos y llantos de niños ahogados será. Sube desde las cuevas del fondo. En las noches de luna se oye. Estarán gimiendo, tristes. Los monstruos de Kientibakori los maltratarán, tal vez. Les harán pagar con tormentos el estar ahí. No los creerán impuros sino machiguengas, quizá. Eso es, al menos, lo que yo he sabido”.
En el excelente documental “Bajo Urubamba, el bosque de los misterios”, se relata otro mito sobre el Pongo:
“El Pongo de Mainike ha sido desde siempre un lugar sagrado para los matsigenkas; en especial el lugar donde se forma un enorme remolino, muy cerca de la gran catarata. Cuenta la leyenda que el Dios Tasorintsi fue quien esculpió a los matsigenkas y les dio las tierras donde viven. Luego del gran remolino llamado Tonkini, nacieron dos hijos gemelos Pachakamui y Pareni, quienes enseñaron al pueblo matsigenka a pescar y sembrar, a reconocer las plantas medicinales, a hacer arcos y flechas, a construir canoas y a preparar mashato. El Dios Tasorintsi es el encargado del gran remolino Tonkini, un lugar donde se juzgan las almas de los matsigenkas. Al morir sus almas viajan hasta el pongo para ingresar al remolino dentro del cual Tasorintsi los juzgará según como hayan hecho sus vidas. Según eso podrían ir al Inkiti o cielo, regresar al kipatsi o tierra de los vivos, o ser enviados al Gamaironi, el lugar del sufrimiento lleno de lodo putrefacto en el fondo del remolino”.
Y cerramos con el P. Alfredo Encinas, quien describe poéticamente el paso por el Pongo:
“El paraje recorrido por el río Alto Urubamba desde su origen, encuentro del Vilcanota con el Yanatile, hasta el Pongo Mainike es, sin duda, uno de los recorridos fluviales mas espectaculares y hermosos de la Tierra. El río, cada vez más cargado de aguas con la aportación de sus nuevos y numerosos afluentes, se revuelve, como fiera herida, entre elevados peñascos y grandes bloques graníticos sembrando de blanca espuma sus pequeños remansos. Así, golpeado y cansado, el Alto Urubamba aborda el último y gran obstáculo que intenta impedirle el paso hacia la gran planicie amazónica: la Cordillera del Pongo de Mainike. El alborotado y caudaloso río afronta el reto con decisión y por cinco kilómetros rompe el formidable muro entre el estruendo y el aplauso de cascadas que se descuelgan, engalanadas de orquídeas y lianas, desde los altos cerros. Cuando al fin el río, exhausto de fuerzas, traspasa las ciclópeas puertas del Pongo y mira el despejado horizonte, se abandona a un lento y lánguido caracoleo por la planicie selvática en la que los numerosos afluentes le aportarán, con sus aguas, nuevos olores y sabores”.
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Y este es el lugar. Donde Tasorintsi hizo brotar al matsigenka.
Apenas cuatro sacerdotes, apoyados por varias religiosas y laicos, mantienen viva la fe católica en el Vicariato de Requena, al interior de la Amazonía Peruana. Una inmensa extensión que supera los 80.000 Km2 que clama por la llegada de más misioneros y misioneras dispuestos a dar su vida. Un ‘pedacito’ de selva que durante el mes de agosto ha sido el hogar de ocho jóvenes semiraristas enviados desde la Diócesis de Valencia (España). El balance es muy positivo: la Amazonía te cambia la mirada y abre tu corazón.
“Estamos conociendo una Iglesia con muchos menos recursos, pero, en algunos aspectos, mucho más viva (…) Esta experiencia me aporta un deseo de dar la vida, de no vivir a ‘medio gas’, de no ser ‘burgués’ en mi vocación, de darlo todo (…) Para mí es un chorro de aire fresco, de plantearme cómo quiero ser sacerdote, cómo quiero servir y, sobre todo, de quitarme ideas preconcebidas y tratar de no ser paternalista”.
Ignacio Álvarez estudia los últimos cursos de teología en el Seminario Mayor de Valencia, en España. Apura sus últimas horas a orillas del majestuoso río Ucayali tras cinco semanas que, quién sabe, pudieran marcar los próximos años de su vida, cuando ya sea sacerdote. Ignacio es uno de los ocho seminaristas que durante el mes de agosto han palpado la realidad del Vicariato Apostólico de Requena, el más necesitado de vocaciones de toda la Amazonía Peruana. Basta con los dedos de una mano para contar cuántos sacerdotes encontramos a lo largo del río. Apenas cuatro, incluido el obispo, Mons. Juan Oliver, atienden pastoralmente los cientos de caseríos y comunidades nativas que están bajo su responsabilidad, sin contar las capitales distritales que son ya pequeñas ciudades. Son más de 80.000 Km2. Llegar a todos es, simplemente, ‘misión imposible’.
Esta realidad la conoce bien el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares. En junio de 2019 la visitó personalmente. Arribó a Requena como se llega a estos inhóspitos lugares de la selva: en barco. Pisó y constató la situación luego de que un par de años antes la diócesis de Valencia asumiera no solo este vicariato, sino también el de San José del Amazonas. “Con esto de la pandemia algunas ideas se han podido concretar y otras están esperando. Por ejemplo, sí han llegado algunos grupos de médicos y enfermeros de la Universidad Católica de Valencia y el año pasado se hizo desde allí un curso virtual de capacitación para docentes de Requena”, explica el obispo Juan Oliver, “ahora han llegado los ocho seminaristas, que tienen este tipo de experiencia dentro de su plan de formación, y como son un grupo grande los hemos dividido entre tres de las ocho parroquias: Orellana, Flor de Punga y Jeraro Herrera”.
En la primera de ellas, Orellana, están Ignacio y Miquel Amat. Tardaron más de 20 horas en llegar, pues les tocó surcar el río Ucayali desde Requena. El largo viaje no les desanimó, sino todo lo contrario, pues ver atardecer y amanecer en medio de ese idílico paisaje no tiene precio. Allí les han acogido las hermanas Olga y Milagros, Franciscanas de la Natividad de Nuestra Señora. “Esto es un hogar. Desde el primer minuto nos hemos sentido como en casa. Todo ha sido muy nuevo, pero a la vez muy natural. Es lo más sorprendente, que estamos a miles de kilómetros de casa, pero somos la misma Iglesia”, cuenta Ignacio. Confiesa que su mayor entusiasmo ha sido constatar cómo se vive la fe en un lugar tan humilde porque “todo es muy familiar” y admira que, a pesar de la falta de sacerdotes y misioneros y la proliferación de otras iglesias y sectas, en los caseríos se encuentren muchas familias que perseveran en la fe. “Hemos visitado lugares que llevan dos años sin recibir a un sacerdote, pero los animadores cristianos mantienen y animan la fe de la gente, no se rinden”, relata.
A pesar de ir hasta la parroquia, en teoría, más alejada del corazón del vicariato Ignacio y Miquel han estado, quizás, en lo más parecido a una ciudad que puedan encontrar por allí. A Bruno Jiménez, Ignasi García y Celeus Nshimirimana, la misión les ha llevado a Flor de Punga. Definen como “fuerte, intensa y auténtica” esta experiencia donde el mayor reto ha sido romper prejuicios. Unos 90 caseríos dependen de esta parroquia y, como a Ignacio, les sorprende comprobar que muchas familias, alimentan su fe a pesar de que el sacerdote solo pueda visitarles una vez al año. No es extraño que este baño de realidad acreciente su admiración por los grandes misioneros que han dado su vida en la Amazonía. “Ahora pienso en el padre Florencio que, en sus 20 años aquí, ha mejorado la vida de la gente humana y espiritualmente”, comenta Ignasi, “les trajo algo tan básico como el agua potable, mejoró las viviendas para que pudieran separar habitaciones, trajo médicos para hacer campañas, impulsó la farmacia parroquial… dio dignidad”. El paso de las Franciscanas de Copacabana también se percibe en la formación e integridad de la gente. “Percibo que aquí valoran mucho el abrazo, la sonrisa”, asegura.
El tercer grupo, integrado por Bernat Alcayde, Nacho Benavent, David Sanchís y el sacerdote Arturo García, delegado de Misiones de la Diócesis de Valencia, se ha adaptado rápidamente a la realidad de Jenaro Herrera, un distrito que según el censo tiene unos 5.000 habitantes. Las catequesis, las visitas a enfermos, el apoyo en el comedor parroquial y en las tardes las clases de apoyo en las tres escuelistas que dependen de la misión han llenado sus días. “Ayudamos a los profesores a enseñar a leer, escribir, matemática… Es una labor muy reconfortante porque los niños tienen ganas de aprender y a nosotros nos gusta enseñar. Aprendemos todos juntos, también rezamos, cantamos, hacemos deporte, tocamos la guitarra…”, enumera David, “los viernes tenemos un rato de oración, los sentamos en círculo en sillas, ponemos la Cruz y el padre Arturo realiza una oración. Son momentos muy especiales porque los niños rezan y aprenden a relacionarse con Jesús”.
A cargo del grupo, el padre Arturo García, con 27 años de vida sacerdotal, cree que si estas realidades se conocieran más algunos optarían por la misión para su labor pastoral, porque “aquí están muy necesitados de sacerdotes”. Desde Flor de Punga, Ignasi García cree que la verdadera ‘madera’ del misionero debe sustentarse en dos aspectos clave: la formación y la fortaleza humana. “No es tan fácil. No se trata solo tener ganas y disposición de ayudar. El misionero debe ser una persona fuerte y con una vida muy ordenada en todos los aspectos. Debes estar preparado para soportar la soledad, por ejemplo. Se necesitan pilares muy sólidos, más allá de las buenas intenciones”, argumenta.
Solo el tiempo y Dios determinarán si Ignacio, Ignasi, Bruno, Miquel, Celeus, Nacho, David o Bernat regresan por los ríos que este mes de agosto han abierto sus brazos para acogerles y mostrarles la grandeza de disfrutar y convivir con los protectores de esta, nuestra Casa Común.
Reflexiones desde el corazón
A su regreso a Valencia los ocho seminaristas tienen mucho que compartir y, sobre todo, mucho que pensar y discernir. Regresan a casa con la mochila llena de experiencias, la mirada plena de la Amazonía y sus gentes y, sobre todo, con el corazón mucho más abierto a lo que Dios tenga preparado para cada uno de ellos. Aquí algunas reflexiones finales.
“Esta experiencia nos enseña a vivir de un modo sencillo y austero, algo que es necesario para los futuros sacerdotes. Una vida sobria donde la mirada se vaya a atender a los más necesitados, a los descartados. Esto nos inflama el corazón y nos lleva a vivir una vida misionera”. Nacho Benavent.
“Al visitar caseríos y comunidades hemos visto que allí confían mucho más en la protección y en el abastecimiento de la naturaleza, como algo que Dios nos ha regalado para poder sobrevivir, pero cuidándolo. Por eso todos trabajan sus chacras y sienten que son cuidados y bendecidos por la naturaleza que les rodea y disfrutan mucho de ella. Hacen un uso muy cercano a lo natural y no a lo artificial, la viven como una madre que les cuida, abastece y les permite subsistir. En la línea de que la naturaleza es una madre y hay que cuidarla aquí tienen una visión de Dios muy paternal. En Europa se ve a un Dios corrector, con normas, pero aquí se le ve como padre que es bueno, protector, te regala los medios para vivir y cuida de los tuyos”. Ignacio Álvarez.
“Cuando llegamos a Jenaro Herrera nos impresionó mucho ver que, desde hace décadas aquí ha habido misioneros dando su vida. Se nota en un pueblo que no empieza la evangelización de cero, pues hemos encontrado jóvenes dispuestos a participar. Impresiona ver que desde hace muchos años ha habido vidas compartidas aquí”. David Sanchís.
“Siempre el cristiano es un enviado, un misionado, debe estar en misión allá donde esté, ya sea cercano o lejano. Tenemos que ser conscientes de que muchas veces nos hemos acomodado y pensamos que el tema de la misión va con quien le gusta o quien tiene esa sensibilidad. Pero todos tenemos un llamamiento a la misión, a salir de nuestro lugar de origen. Como los apóstoles, fueron enviados y salieron de su comodidad, de sus moldes. El cristiano debe romper sus ideas prestablecidas y prejuicios, abriéndose al mundo, porque si no conocemos al otro, su realidad… no podemos ayudarle”. Ignasi García.
A través de un sencillo homenaje, donde se develó una placa en su memoria, se ensalzó la figura del religioso pasionista que llegó a Perú en 1912 y, en 1921, fue nombrado como primer responsable de la entonces Prefectura Apostólica de San Gabriel del Marañón
“Tenía una personalidad un tanto reservada, intuitiva, como quien ve las cosas con claridad y optimismo, desde un fondo de cierta reserva. Muy inteligente, autodidacta, consiguió una brillante cultura por medios personales. Poseía una biblioteca privada con libros muy selectos. Firme y constante en su piedad personal. Celoso pastor. Durante toda su vida, hasta la última enfermedad, dirigió personalmente la catequesis de la catedral. Se sentaba todos los días antes de la misa en el confesionario”. De esta forma se describe en el libro “Una Esperanza en la Amazonía. Los Pasionistas en la selva peruana” la figura de Mons. Atanasio Jauregui Goiri. En una publicación más reciente sobre la Historia del Vicariato de Yurimaguas, en el marco del Centenario que se celebra este año 2021, se indica que fue el “primer responsable de esta ‘chacra’ del Señor’ considerando que hace justo un siglo, en 1921, fue designado como Prefecto Apostólico de San Gabriel del Marañón, jurisdicción eclesiástica que, en 1936, pasaría a ser el actual Vicariato de Yurimaguas.
Precisamente en el marco de este siglo de caminar evangelizador y misionero es que hoy, 30 de agosto, la capital de Alto Amazonas ha rendido un sencillo pero emotivo homenaje a la figura de este religioso pasionista que en 1912 dejó sus orígenes y se enraizó en la Amazonía. El recuerdo ha consistido en la develación de una placa bajo el busto de bronce que le recuerda en la plaza que lleva su nombre y la fecha no ha sido casual: un 30 de agosto de 1957, hace 64 años, fallecía.
El acto ha estado oficiado por el actual obispo, Mons. Jesús María Aristín, quien ha ensalzado la figura de Jáuregui. “Es un deber que le recordemos en este día no solo porque fuera nuestro primer obispo, sino porque hizo una labor enorme con una espiritualidad y una fuerza encomiable”, ha dicho, “sé que desde el Cielo nos protege y le pido que bendiga nuestro vicariato y nos ayude para seguir trabajando por la justicia social”.
El Foro Virtual ‘Escucha de los Pueblos. Hacia una agenda con las Iglesias’ desarrollado el 25 de agosto sirvió como punto de encuentro y diálogo entre representantes amazónicos y andinos para compartir experiencias y consensuar reflexiones y pedidos que lleguen, desde el Perú, hasta toda la Iglesia Latinoamericana
Bajo la premisa de que “todos somos compañeros de camino” y con el anhelo de “conocer cuál es el rostro de nuestra Iglesia que desean y necesitan nuestros pueblos indígenas y campesinos” se desarrolló el último miércoles 25 de agosto el Foro Virtual denominado ‘Escucha de los Pueblos. Hacia una agenda con las Iglesias’. Las palabras entrecomilladas se escucharon durante el saludo de bienvenida y las pronunció el padre Enrique Gonzáles, presidente de la Comisión Episcopal de Acción Social (CEAS). Esta institución, junto con la Red Eclesial Panamazónica en Perú, la Red Iglesias y Minería y el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica, fue la encargada de organizar y convocar el mencionado evento que congregó, desde diferentes puntos del Perú, a una veintena de representantes indígenas amazónicos, andinos y campesinos.
Con los oídos, la mente y el corazón dispuestos a escuchar es que los miembros de la Iglesia presentes, como la teóloga y religiosa Birgit Weiler, los obispos de Jaén y Caravelí, Mons. Alfredo Vizcarra y Mons. Reinaldo Nann, y el personal de CEAS y REPAM-Perú, recibieron en este encuentro a quienes se deseaba, sobre todas las cosas, escuchar. “Escucharse mutuamente significa que el uno está dispuesto a aprender del otro. Les invito a que este espacio sea de aprendizajes mutuos a la escucha. Construyamos una Iglesia que realmente sea fiel a Jesús”, pidió Weiler. “Lo principal es escucharles, es la esencia de este momento”, complementaba desde CEAS Javier Jahncke.
Organizados en cuatro grupos y tras cerca de una hora de diálogo interno llegaban esas respuestas. Nacían desde la realidad del pueblo Awajún, desde la selva norte; del asháninka, desde la selva central; y del Amahuaca o el Harakbut, desde la región Madre de Dios. Pero también desde humildes rincones de provincias costeras y andinas, como Piura o la Libertad. Una amalgama de procedencias que, pese a las distancias culturales y geográficas, encontraba rápidamente varios puntos en común para responder, casi a una misma voz, a las tres preguntas planteadas:
¿Qué nos dicen hoy los gritos de nuestros pueblos y nuestra Madre Tierra?
¿Cuáles son los temas de agenda que tienen nuestros pueblos que pueden apoyarse desde nuestras Iglesias?
¿Cuál es el rostro de iglesia que buscan nuestros pueblos?
Una Iglesia que acompañe en el camino
Los retos son enormes. Para la Iglesia, pero también para los pueblos. Son tan enormes como las amenazas que acechan y se incrementan bajo un mismo patrón extractivista que explota sin pudor los recursos naturales del país, sin importar el daño a la Casa Común ni a los pueblos que la habitan. Sin importar ni siquiera el futuro de las nuevas generaciones. En esa línea la petición fue unánime: se necesitan que las iglesias, tanto la católica como otras presentes, sean defensoras y compañeras. También que formen y que asesoren, que tengan preocupación, cercanía y empatía para estar firmes en la defensa de los derechos humanos y en la denuncia de cualquier tipo de explotación y violencia.
“Ahora sí veo, en esta Iglesia, que hay un buen grupo de personas que está tratando de comprender al hermano indígena,que sabe que es importante defender y denunciar las injusticias, pues el que mira y no dice nada es cómplice”, aportaba Yésica Patiachi, representante del pueblo Harakbut de Madre de Dios y asesora de la REPAM, “yo espero que la Iglesia continúe y fortalezca la alianza que el Papa estableció en Puerto Maldonado, que no se quede como observadora sino que acompañe en nuestros procesos. Por ejemplo, lo viene haciendo el cardenal Pedro Barreto, que cuando se da un conflicto da su manifestación, ese pequeño gesto tiene gran importancia porque lo que él dice es escuchado. Sí creo que la iglesia y los pueblos indígenas podemos caminar de la mano”.
Como portavoz y representante de la Iglesia Amazónica el obispo de Jaén y presidente de REPAM-Perú, Mons. Alfredo Vizcarra, exhortaba a la creatividad para que la Iglesia sea capaz de responder al pedido de los pueblos indígenas. Y es que la ausencia de vocaciones lleva a pensar en otra Iglesia más apegada a la realidad y, sobre todo, más inculturada.También llamaba a la unión entre iglesias hermanas porque todos sufrimos y luchamos “contra las mismas problemáticas”. Por su parte el obispo de Caravelí, Mons. Reinaldo Nann aseguró que "se necesita un mayor compromiso de la Iglesia peruana en favor de los pueblos indígenas y seguir con lo que manifiesta el Papa Francisco en su Magisterio, en defensa de la Casa Común".
Pastor Rafael Goto: “He aprendido mucho de ustedes”
En calidad de representante del Concilio Nacional Evangélico del Perú (CONEP), participó en este foro el pastor Rafael Goto, cuyas impresiones enfatizaron en tres puntos principales. De un lado indicó que el acompañamiento a las comunidades en su lucha por la existencia y la defensa de la tierra debe trascender lo puramente eclesial y moral para tener una dimensión política. Como segundo punto enfatizó en que, como escuchó de los propios representantes indígenas, debe ser clave “respetar la espiritualidad, liberándonos de toda actitud colonizadora”. Para ello recordó que el Evangelio “nos enseña a descubrir en el otro el rostro de Dios, no porque sea igual, sino porque es prójimo, porque el otro también es humano”.
El tercer punto que destacó el pastor evangélico fue la frase que pudo escuchar de boca de la mencionada Patiachi quien, durante el trabajo grupal, comentó que la Iglesia no debe ver a los indígenas como “los pobrecitos”, sino como “sujetos que deben asumir y protagonizar su propia historia”. En esa línea compartió la idea de que las iglesias, como ya se dijo, deben ser compañeras de camino. “Me encantó estar con ustedes, he aprendido en menos de dos horas muchoy lo sumo a todo lo que lo que el padre Jaime Regan me enseñó en la universidad sobre Antropología Amazónica”, concluyó.
“Dios nos colocó en el Jardín del Edén y debemos dejar este mismo Jardín del Edén a las generaciones que nos siguen”.
Por: Miguel Ángel Cadenas, obispo del Vicariato Apostólico de Iquitos
El mundo en el que vivimos no es nuestro, es de Dios. Él nos colocó en el jardín del Edén para que lo cuidemos. Esta idea ya está en el Génesis (2, 15). Nuestra tarea es dejar a nuestros hijos un mundo en las mismas condiciones que hemos encontrado. Y, si podemos, mejor incluso que el nuestro. Pero cabe preguntarnos, ¿qué es “cuidar”? Para responder nos vamos a servir de tres idiomas amazónicos. Gracias a ellos podemos percibir diversos matices en el “cuidar”. En los tres idiomas elegidos existe más de una palabra para expresar qué significa “cuidar” y esto nos indica, por tanto, la importancia que esta idea tiene para los pueblos indígenas.
Comenzamos con el idioma ikito, una lengua en serio peligro de extinción. Según datos del Ministerio de Cultural del Perú, apenas 500 personas manifestaron poder hablarla en el último censo del año 2017. Hasta cuatro términos encontramos entre los ikito que evocan la intención de cuidar de algo o de alguien.
‘Cariiniini’: cuidar algo, en el sentido de mirar fijamente a alguien o algo.
‘Cut++t++ni’: cuidar a una mujer que está dando a luz.
‘Imaani’: [un animal] pone un huevo y lo cuida.
‘Tasiitaani’: cuidar un objeto como una casa o una presa para que no se pierda.
Podríamos comentar varias cosas sobre esto, pero nos centraremos en una sola. Para los ikito es fundamental conservar la vida:tanto de los animales que ponen un huevo y lo cuidan, como de las mujeres en situación de parto. Es tan importante que tienen una palabra propia para cada uno de esos momentos. Pero hay todavía más. ‘Cum+t++ni’ significa “hacer crecer, criar a un niño o un animal cuya madre ha muerto, en el parto por ejemplo”. La vida, nuevamente, se pone por encima de todo. Más aún hoy, en tiempos de violencia contra las mujeres y los niños, conviene recordar particularmente este significado.
Vayamos ahora al idioma huitoto-muinane.En este caso encontramos, al menos, tres vocablos:
‘Acádotde’: cuidar en el sentido de aguardar.
‘Acádua+bitde’: venir para aguardar o cuidar.
‘Jooc+(de)’: guardar bien, tener cuidado y vigilancia de muchos.
De nuevo, de entre muchos posibles comentarios, elegiremos uno. Para el pueblo Huitoto cuidar está relacionado con la espera, aguardar, indicando que cuidar no es un asunto puntual y rápido, sino que exige dedicar tiempo.
En tercer lugar, analicemos qué nos dice el idioma kukama.
‘Aipata’: cuidar, criar en el sentido de hacer crecer. Se utiliza para hijos/personas, animales y plantas.
‘Mainani’: cuidar en el sentido de proteger. Se aplica a plantas, ancianos, enfermos, animales (a todos los que no se pueden valer por sí mismos).
‘M+mara’: criar, domesticar, amansar, en el sentido de cuidar, proteger y alimentar, se aplica a los animales y plantas pequeñas.
Aquí comprobamos cómo ‘aipata’, para los kukamas, significa ‘cuidar en el sentido de criar’. Y es que los kukama consideran esta tarea tan importante que la extienden a los niños, a los animales y a las plantas. De ahí que maltratar animales y plantas sea tan grave como maltratar a una persona.
En este breve análisis es evidente que dejamos muchos matices. Sin embargo, con un simple vistazo al diccionario se confirma y se aprecia, por ejemplo, la importancia que para los pueblos indígenas tiene cuidar a las mujeres en el momento del parto, según nos recuerdan los ikito. En estos tiempos en que algunos de sus compañeros las abandonan, es una llamada a la responsabilidad. Del mismo modo, vivimos en una época de prisas, estrés y ansiedad. En contraposición a ello, los huitoto-muinane nos indican también la importancia de dedicar tiempo al cuidado. Necesitamos concentrarnos en lo que estamos haciendo y hacerlo bien. Por último, los kukama nos recuerdan que la vida no es únicamente la atención al ser humano porque, de igual manera, debemos tratar a plantas y animales.
Y de los idiomas indígenas a las investigaciones actuales. Ya hace años que los pescadores denuncian que, cuando revisan sus trampas, no solo pescan peces, pues también estas agarran plásticos de todo tipo y origen. Pero vamos más allá de los ríos. Científicos del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP) han encontrado microplásticos en los peces que se venden en los mercados de Iquitos. Así están las cosas. ¿Todavía quedan dudas? Es urgente: Necesitamos cambiar nuestro estilo de vida y evitar los plásticos.
Y en momentos de pandemia, otro ejemplo más: Los síntomas en las personas que padecen covid-19 y habitan en espacios con peor calidad de aire (dióxidos de nitrógeno que producen los buses, motocarros, motos…) se agravan más, hasta poder llegar a morir. Necesitamos otros modos de transportarnos en las ciudades y en los ríos. Es tiempo de un cambio de matriz energética.
Un tercer ejemplo: durante la última década la selva amazónica libera más cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera de la que absorbió, debido al cambio climático, la deforestación y los incendios.
Y, por último: la basura. Hay que colaborar entre todos: consumir menos y sacarla a su debido tiempo. Pero, además, necesitamos plantas de tratamiento de aguas residuales que regeneren las aguas antes de ser vertidas al río. Urge tomar medidas.
Dios nos colocó en el Jardín del Edén y debemos dejar este mismo Jardín del Edén a las generaciones que nos siguen.
Tras 55 años al aire, la casa radial de referencia dentro del Vicariato Apostólico de Yurimaguas renueva su compromiso con la evangelización a través de la información, la educación y el entretenimiento.
Por: Beatriz García, con información de Rosa Castro
“Radio Oriente rápidamente se hizo querer. Es una emisora de prestigio, la radio referente. Por eso, pido a quienes conforman el equipo actual que conserven esa imagen, reputación y prestigio.¿Y cómo lo vamos a hacer? Cuidando con mimo y detalle los contenidos en todos los programas”. Antaño trabajador y gerente de la emisora más antigua y emblemática de la provincia de Alto Amazonas, en Loreto (Perú), el profesor Ricardo Arévalo no se cansa de recordar los buenos momentos vividos en las instalaciones de Radio Oriente. Afirma, con rotundidad, que “más que un centro de trabajo ha sido un centro de formación”pues la mayoría de quienes hoy integran el grupo periodístico local, incluso varios que tienen sus propios medios de comunicación, iniciaron su aprendizaje frente a los equipos de esta emisora. “Para entrar había que aprender, de inicio, todo lo relativo al manejo de equipos, la parte operativa”, recuerda.
Para comprender el camino ya transitado y llegar al momento actual hay, inevitablemente, que mirar al pasado. Con la misma Plaza de Armas como escenario, concretamente un local entre las calles Comercio y Adolfo Morey de la ciudad de Yurimaguas, arrancó una historia que no estuvo, de inicio, protagonizada por ningún obispo ni sacerdote. Los verdaderos impulsores de Radio Oriente eran cuatro jóvenes. “Los hermanos Chu Ruiz, Emilio Alberto y Jorge acompañados de Juan Antonio Yap Panduro y Max Benzaquen Rengifo iniciaron esta gran aventura comunicacional sin medir la importancia que tendría este medio en la sociedad loretana”, apunta el libro ‘Historia del Vicariato de Yurimaguas’. Fue un 3 de marzo de 1966 que, mediante Escritura Pública, se logró la constitución. “La primera licencia, que todavía se conserva en los archivos de la radio, es la número 136 del Ministerio de Gobierno y Policía Junta Permanente Nacional de Telecomunicaciones”, apunta la joven periodista local, Rosa Castro, quien ha tenido acceso recientemente al documento.
Este grupo entusiasta e ilusionado se embarcó en esta gesta (la licencia les autorizaba la instalación, pero les daba un periodo de prueba de un año) motivado, principalmente, por el recuerdo que en ellos habían dejado las emisiones de Radio San Gabriel, la verdadera emisora pionera en la provincia pero que, impulsada por los misioneros pasionistas en 1956, pronto dejó de salir al aire. También influyeron las ondas de radios nacionales e internacionales que, con mejor o peor calidad, lograban alcanzar Yurimaguas. Entonces, ¿cómo así Radio Oriente terminó perteneciendo al Vicariato Apostólico de Yurimaguas? El libro antes mencionado lo resume así: “Con la finalidad de potenciar la participación de la Iglesia en ese medio de comunicación, unos años después Mons. Irízar logró asociar el Vicariato de Yurimaguas como copropietario de la misma (emisora). Y en el año 1985, Radio Oriente pasó a ser totalmente de la Iglesia”.
Y es que para el obispo de aquel entonces apostar por los medios de comunicación era fundamental, como se recoge de sus propios escritos: “Queremos cubrir de alguna manera esa laguna con una voz amiga, local, auténticamente misionera, sabedores como somos, de nuestra real imposibilidad de llegar a todos de forma personal, un puñado de misioneros y misioneras cubriendo distancias de más de 5 y 8 días de navegación fluvial en modestas y frágiles embarcaciones”.
Radio Oriente: hogar de decenas de voces
'La Voz del Oriente'. Así se llamó el primer programa de la emisora y era conducido por Jorge Emilio Chu Ruíz, impulsor y propietario, con el apoyo de Jorge Baluarte, Vicente Paredes y Ricardo Arévalo. El otro espacio pionero, denominado ‘El fascinante mundo del disco’ era un programa musical bajo la dirección del reputado conductor iquiteño Andy Chugeda. “Tenemos que recordar a todas las personas que han trabajado, son muchos y muchas. Todos, de una forma u otra, han sido parte de los logros la emisora”, solicita el profesor Arévalo.
Una de ellas fue Julia María Asunción quien destaca, ante todo, la importancia que los encargados de la radio han dado siempre a la formación: “Recibíamos capacitaciones sobre elementos básicos de la comunicación. Incluso venían comunicadores y profesores de prestigio desde diferentes universidades de Lima a capacitarnos permanentemente. Así hemos aprendido. Incluso había oportunidades de salir afuera, por ejemplo, yo fue también beneficiaria de un curso ofrecido por el CELAM. Nos fuimos por cuatro meses a la Universidad Javeriana de Colombia para aprender sobre comunicación pastoral”. La seriedad se imponía y se huía de la improvisación. De ahí la importancia del guión, que no podía faltar en ninguno de los espacios. ¿Qué conductor de Radio Oriente no escucho la frase: ‘Antes de poner la lengua en funcionamiento hay que poner la cabeza en movimiento’?
Luis del Águila y Javier Guerra son otras de las decenas de voces que se han puesto frente al micrófono de Radio Oriente. El primero recuerda con nostalgia los rápidos cambios que se vivieron desde la parte técnica. Pasar del vinilo al cassete, de ahí al disco compacto y, luego, a todos los formatos digitales es algo que no todos pueden contar. Cada pequeña ‘revolución’ técnica suponía una gran fiesta para el equipo. “Los jóvenes actuales ni se imaginan cómo se trabajaba con los discos de vinilo para hacer las cortinas y características, así como los spots. Para un spot de 30 segundos tenías que utilizar un cassete y debías ser muy hábil. No todos hemos podido pasar satisfactoriamente la labor de operador de radio. Había que tener mucha precisión para, en el momento exacto, soltar la característica, cuadrar el cassete con un lapicero… nada que ver con esta época”, asegura del Águila.
Hay que remontarse al 2002 para rescatar otro de sus más importantes recuerdos: el lanzamiento de la FM. “Impulsamos una FM muy novedosa, más enfocada a la diversión, mientras que la Onda Corta tenía un tono y contenido más formal, más seria con toda la parte informativa y cultural”, cuenta, “luego nos dimos cuenta que había que fundir ambos estilos”. Recuerda que, en aquel inicio del nuevo siglo, la FM supuso una verdadera “sensación para la juventud de ese momento”. El eslogan era ‘Oriente FM: La revolución de la radio’.
La emoción del deporte, con vibrantes partidos transmitidos desde el viejo estadio de Yurimaguas, tampoco faltaba especialmente durante el fin de semana. Javier Guerra, que durante su tiempo en la emisora integraba un equipo de 11 personas dedicadas a la parte de prensa, lo recuerda así: “La afición deportiva nos daba el respaldo porque nosotros sufríamos con ellos, nos sentíamos emocionados, ilusionados y muy seguros de lo que narrábamos”. Guerra habla de identidad, de confianza, esa que se gana solo a base de información veraz y objetiva: “Yo me sentía muy satisfecho porque éramos un equipo selecto”.
Hoy, bajo la dirección de Artime Gonzáles y con un grupo joven, dinámico y (algo a destacar en el ‘mundillo’ periodístico) cada vez más femenino, Radio Oriente continúa con paso firme, evangelizando a través de la información, la educación y el entretenimiento y, ante todo, llegando hasta rincones recónditos para acompañar la lucha y reivindicaciones de los más vulnerables de la provincia de Alto Amazonas.
Cerca de cincuenta jóvenes y 14 adultos de los vicariatos de San José del Amazonas (Perú), Leticia (Colombia) y la diócesis de Alto Solimões (Brasil), en representación de 12 comunidades, se reunieron en la ciudad de Leticia en busca de proyectos comunes, descubriendo que es posible superar las fronteras físicas, imaginarias y culturales.
A pesar de las dificultades para llegar, en una Amazonía donde las distancias no siempre facilitan la realización de este tipo de encuentros, los jóvenes respondieron a la invitación de los misioneros y misioneras que trabajan en las tres iglesias particulares que el río Amazonas une en esta parte de la Amazonía. Jesuitas, maristas, lasallistas, líderes locales indígenas y no indígenas, diáconos y misioneros laicos y laicas han trabajado juntos para hacer posible esta novedad en el caminar de la Iglesia que navega por los ríos amazónicos.
Superar las “fronteras”
De hecho, según Verónica Rubí, misionera laica de la diócesis de Alto Solimões, que forma parte de la coordinación del Eje Iglesia en Fronteras de la REPAM, la experiencia, que se realizaba por primera vez, fue muy positiva, y los desafíos de hablar diferentes idiomas (español, portugués, ticuna), de formar parte de diferentes nacionalidades y culturas y de la presencia de jóvenes indígenas (ticuna, yaguas y cocamas) y no indígenas, se superaron fácilmente.
Según la misionera, fue un “encuentro de comunión, las diversidades fueron una motivación para conocerse y trabajar juntos”. El encuentro comenzó con una mística, a cargo de la comunidad ticuna de Nazaret (Colombia), donde la imagen de María con rasgos indígenas, hecha en madera en la propia comunidad, mostró la importancia de una Iglesia inculturada. El encuentro fue un espacio para que los jóvenes conozcan los sueños que tienen, reflexionando juntos sobre sus anhelos profesionales, sociales y religiosos, para trabajar sobre las amenazas y descubrir quiénes son los “ladrones de sueños”, que muchas veces atacan los deseos de los jóvenes, según Verónica Rubí.
Sueños y compromisos
A lo largo del encuentro, los jóvenes trabajaron sobre los sueños de la Iglesia, presentados por el Papa Francisco en Querida Amazonía. Los participantes expresaron de diferentes maneras lo que es significativo para ellos en estos sueños que aparecen en la exhortación postsinodal del Sínodo para la Amazonía. Pero también pensaron en cómo concretar estos sueños en las diferentes realidades locales que forman parte de la vida de los participantes del encuentro y de las comunidades donde viven su fe. Todo esto llevó a compromisos que se presentaron en un momento de mística.
Este es un paso más en la implementación de las decisiones del Sínodo para la Amazonía, que colocó entre sus propuestas este trabajo que va más allá de las fronteras en la Amazonía, que muchas veces no responden al imaginario de los pueblos que la habitan y son fruto de las decisiones históricas de quienes llegaron de afuera y de diferentes maneras invadieron no sólo el territorio, sino también la vida de los pueblos que lo habitan. Lo importante es que los jóvenes, en la evaluación final, mostraron su deseo de continuar este camino iniciado en el encuentro, una esperanza más de que los sueños, cuando se sueñan juntos, pueden hacerse realidad.