La misionera polaca ha dedicado más de cuatro décadas de su vida al servicio de las comunidades más necesitadas en la Amazonía peruana. Desde su llegada al país en 1982, su trayectoria se ha convertido en un testimonio inspirador de amor, servicio y dedicación.
Han pasado más de 40 años desde que Dominik Szkatula llegó al Perú. Con solo 24 años dejó su natal Cracovia y se aventuró a seguir su vocación misionera para empezar una vida de entrega en la Amazonía. Conocida como «Pishcu Chaqui» (pájaro que anda) por su constante movimiento entre las comunidades del Napo, en la frontera entre Perú y Ecuador, Dominik ha dedicado su vida al acompañamiento de los pueblos amazónicos, siendo testigo de las necesidades y desafíos que enfrenta la región.
Su primera misión en Tamshiyacu, cuenta, fue su «primera universidad» al ingresar a la selva. Una experiencia transformadora que marcó el inicio de su compromiso con las comunidades en la Amazonía. Tras tres años de intenso trabajo, el obispo le asignó un nuevo destino en San Pablo, una parroquia con enfermos de lepra. A pesar de los desafíos, Dominik nunca dudó de su labor pastoral. «No sé como explicarlo, pero nunca tenía miedo. No me siento una heroína. Estaba disponible para quedarme toda la vida», sostiene.
A lo largo de los años, Dominik ha caminado incansablemente por comunidades remotas, comprometida con llegar a cada rincón del Vicariato San José del Amazonas. Su enfoque en trabajar junto a los pueblos ribereños ha sido esencial para fortalecer los lazos y avanzar en esta labor pastoral. «Estoy sola, pero esto también era una oportunidad para fortalecer un equipo con la gente local: animadores y líderes de federaciones. Es mas fácil estar al encuentro y tender la mano. No hay mal que por bien no venga», dice.
Este compromiso con los más vulnerables es el que le ha valido el reconocimiento de la Iglesia católica, con la entrega del premio nacional «Voz profética de la Iglesia en Pastoral Social, Derechos Humanos y Servicio a los Pobres» 2024 de la Comisión Episcopal de Acción Social (CEAS). El galardón lo recibió en marzo pasado, acompañada de su obispo, Mons. Javier Travieso, y los misioneros con los que hace equipo en el Vicariato San José del Amazonas.
Mujeres al frente
Para Dominik, el papel que tienen las mujeres en la Iglesia ha sido fundamental desde siempre. Y más si se tiene en cuenta que, en San José del Amazonas, el 90 % de los misioneros son mujeres. Mujeres con voces que necesitan ser escuchadas. «Las mujeres del lugar no siempre fueron apreciadas y reconocidas por todo el trabajo que cargan desde hace años. Sin aferramos tanto al título o al cargo, porque era un servicio a la comunidad, a la gente. Sin ellas este vicariato no podría continuar», comenta.
En ese sentido, reiteró que para una Iglesia más sinodal y en salida, se deben escuchar y considerar en las decisiones los aportes de las mujeres. «Nos felicitan por el trabajo, nos invitan a colaborar, pero después nuestras decisiones no son respetadas hasta el final. Por eso, hace un llamado a la acción, fuerte y claro: «Juntos trabajamos, juntos soñamos, y juntos también decidimos. Debemos ponernos fuertes para que los hombres entiendan que las decisiones son comunes si hablamos de una verdadera iglesia de Jesucristo».
Junto a los pueblos amazónicos
Mirando hacia adelante, luego de ocho años en Angoteros, Dominik se muestra optimista sobre el camino que aún queda por recorrer en el acompañamiento de los pueblos indígenas. Allí, aunque existen varias comunidades evangélicas, igual se les atiende con formaciones en temas como derechos humanos, violencia intrafamiliar, el cuidado de la Casa Común, la ecología integral y el empoderamiento de la mujer indígena. «Ellos nos acogen y con gusto, entonces respondemos como aliados», menciona.
Ahora, con una visión clara del futuro, Dominik invita a las personas que quieran sumarse al vicariato para continuar con esta labor pastoral. «Queremos aportar a una pastoral indígena más específica, reconociendo todos los esfuerzos que hay y creando una propuesta que responda a esta realidad. Y comenzamos este sueño con una Asamblea de pueblos, donde van a estar presentes nueve etnias en Angoteros. Otra buena noticia es que ya tenemos en lista ya planificado el Congreso de mujeres kichwas», explica.
El viaje de Dominik de más de cuatro décadas por el Amazonas aún continúa. Su dedicación y compromiso con las comunidades más remotas y vulnerables es un ejemplo inspirador de servicio misionero de una laica que llegó al Perú para romper esquemas. Toda una vida de leyenda escrita con sonrisas, creatividad y fuerza.