Durante los días 3, 4 y 5 de abril en la Misión Napuruna “Pachayaya”, en Angoteros, Vicariato de San José del Amazonas, Loreto, Perú, se llevó a cabo el Encuentro de Formación de Animadores Cristianos, un espacio de oración, reflexión y compromiso que reunió a 65 participantes de 27 comunidades indígenas del Alto Napo. Este encuentro, enmarcado en la tradición eclesial de la Iglesia sinodal y fraterna, contó con la presencia de los Kuyllur runakuna (animadores cristianos), Apus y mujeres lideresas, quienes caminaron juntos en la profundización de su fe y en la defensa de la Casa Común.
Siguiendo la espiritualidad de la Amazonía y el magisterio del Papa Francisco, este año el encuentro abordó dos ejes fundamentales: “Ñukañchi Napurunapa kawsay” (Nuestro origen Napuruna) y “Yakuwa kawsankapa” (El agua es fuente de vida), bajo el lema “Napo Runakuna yakuta kuirasa sinchi kanchi” – “La gente del Napo cuidando su agua fortalece su identidad”.
Un esfuerzo de fe y perseverancia
Organizar este tipo de encuentros en la Amazonía implica superar numerosos desafíos logísticos y estructurales. Angoteros, uno de los 16 puestos de misión del Vicariato San José del Amazonas, es una comunidad remota con difícil acceso a recursos básicos. Dominik Szkatula, misionera laica y responsable de la Misión Napurana “Pachayaya” Angoteros, compartió la complejidad de esta tarea:
«Estos encuentros de formación los realizamos dos veces al año, y aunque la frecuencia se mantiene desde hace mucho tiempo, siempre es un reto enorme. No hay tiendas ni restaurantes en Angoteros, todo lo necesario debe traerlo la gente desde Iquitos en un viaje de cinco días en lancha. Además, la crecida del río ha hecho difícil la pesca, lo que nos obliga a prever la alimentación con anticipación. Pero lo más importante es asegurar un buen nivel de formación para los animadores y lideresas. Para este encuentro, logramos contar con el apoyo de un antropólogo y dos hermanas lingüistas kichwas, lo que enriqueció enormemente las reflexiones y los aprendizajes”.
A pesar de las dificultades, la comunidad participó activamente en las jornadas de formación, con un profundo interés en el significado del agua como parte de su identidad y en la historia de sus orígenes como pueblo Napo.
El agua: Don de Dios y parte de la identidad indígena
Desde tiempos ancestrales, el pueblo Napo ha vivido en estrecha relación con su entorno. En este sentido, el encuentro permitió reflexionar sobre la importancia del agua no solo desde un enfoque cultural, sino también desde una perspectiva cristiana. Patricia Blanco, parte de la Misión Napuruna “Pachayaya” Angoteros, destacó la relevancia del evento y el compromiso de las comunidades:
«Lo exitoso es la gran participación de las comunidades, porque son 33 comunidades que atendemos y de las cuales 23 han participado. De ellas, 22 mujeres estuvieron presentes. Se está haciendo todo un proceso para el empoderamiento de las mujeres y el tema que hemos desarrollado ha sido nuestro origen y el agua como fuente de vida, desde una perspectiva cultural y también católica”.
El encuentro no solo se quedó en la teoría, sino que tuvo un fuerte componente de incidencia pública. Pati Blanco narró con emoción uno de los momentos más significativos:
«No queremos la destrucción de nuestros ríos. El agua es vida. Por eso hicimos una exposición pública en el borde del río y grabamos un video con nuestro manifiesto. También logramos que dos mujeres elegidas en asamblea participen en un encuentro de mujeres en la parte del Putumayo, en Estrecho, que será del 16 al 18 de mayo. Fue una elección democrática y representa un paso más en el camino de la organización y la formación de mujeres que antes no participaban”.
Compromisos asumidos y el futuro de la misión
Al cierre del encuentro, las y los participantes reafirmaron su compromiso con la defensa del territorio y la protección del agua, conscientes de que la identidad indígena está profundamente ligada a la naturaleza. Para muchos, este evento fue una oportunidad no solo de aprendizaje, sino de fortalecimiento de la comunidad y del sentido de pertenencia a la Iglesia Amazónica.
«En verdad se sintió un ambiente de sinodalidad, tukuy parihu, todos con el mismo valor, aunque con diferentes funciones. Cabe recordar que en esta misión no hay sacerdote, todo aquí lo hacen los laicos, y ciertamente no lo hacen mal. Aportan cada vez más, se sienten identificados con su Iglesia, afianzan su pertenencia a ella: una Iglesia Amazónica, humilde, pero suya», concluyó Dominik Szkatula.
El encuentro en Angoteros fue un testimonio vivo del camino de la Iglesia en la Amazonía: una Iglesia que camina con los pueblos, que aprende de su sabiduría ancestral y que se compromete con la justicia, la defensa de la vida y la dignidad de sus comunidades.