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27 Feb 2024

III Congreso de Mujeres Indígenas en el Estrecho: Un compromiso firme “con los pies en la realidad”

Del 22 al 23 de febrero, en la capital de la provincia del Putumayo, en Loreto, mujeres de 19 comunidades se volvieron a reunir para continuar con el fortalecimiento de sus liderazgos. Tres años después del primer encuentro, algunas de ellas han asumido el rol de cacique en sus comunidades.

Por: Bea Prusinowska (Vicariato San José del Amazonas)

Bajo el lema “con los pies en la realidad”, se llevó a cabo del III Congreso de Mujeres Indígenas en la localidad de San Antonio del Estrecho, ubicada en la provincia del Putumayo, en la región Loreto. En este encuentro, organizado por la Parroquia del Estrecho del Vicariato Apostólico San José del Amazonas del 22 al 23 de febrero, participaron 50 lideresas de distintas comunidades Murui, Bora, Kichwa y descendientes de los pueblos  Secoya, Ticuna, Ocaina y Maijuna.

Provenientes de los distritos Putumayo y Rosa Panduro, las participantes se reencontraron por tercer año consecutivo en este espacio que busca rescatar y fortalecer sus tradiciones ancestrales, así como empoderarlas para que asuman su rol como lideresas en sus comunidades. Durante ese tiempo, se dio a conocer que tres de ellas lograron asumir como caciques de su comunidad, mientras que la mayoría continúa como mujer líder, formando parte de la junta directiva de sus pueblos.

Desafíos y retos

El primer día se compartió el resumen de la realidad mundial y nacional y local, y los conflictos se viven en los distintos territorios,. Se analizó también diferentes casos sobre la participación de la mujer en la sociedad y los retos que enfrenta a través de las historias cotidianas. “Por muchos años hemos sufrido atropellos de parte de varones, ahora mujer indígena cada vez asume más funciones en la sociedad”, sostuvo Olga Álvarez Flores, lideresa de la Federación de las Comunidades Fronterizas del Putumayo (FECONAFROPU).

Foto: Bea Prusinowska

Jacqueline Morris Ramírez, abogada del vicariato, presentó una charla sobre los derechos fundamentales de cada persona, insistiendo en que a cada derecho le corresponde un deber, y explicando cuáles son las diferencias y cómo reconocerlos. A nivel de instituciones, Lucila Manihuari Flores, regidora y encargada del despacho municipal de la provincia del Putumayo, compartió su experiencia de mujer lideresa, algunos proyectos productivos del municipio para la cuenca del Putumayo y resolvió las preguntas de las asistentes.

Era tiempo de aprender, reflexionar pero sobre todo compartir las experiencias y sabidurías de cada una de las que llegaron al congreso. La joven Zayra Rios Dahua, vice cacique de la comunidad del Ocho de Diciembre explicó sobre la beca del Programa de Mujeres Indígenas de la Amazonia de la ONG Conservación Internacional, motivando a todas para que no tengan miedo de postular a los concursos, así podrían realizar cosas muy beneficiosas para su familia, comunidad y medioambiente.

Compartiendo en comunidad

Las mujeres sabias, como doña Milena Buinajima, de la comunidad de Ocho de Diciembre; Felicita Gutiérrez, de San Francisco, Isabel Chepez, de Flor de Agosto; y Ermelinda Jimetre, del Estrecho, se dirigieron en lengua nativa y presentaron sus artesanías, exhortando a sus compañeras a sentirse orgullosas de su cultura y trasmitir a sus hijos y nietos sus tradiciones ancestrales. Las participantes también expresaron su deseo de regresar a su comunidad para hacer réplica de lo aprendido e involucrar cada vez a más mujeres.

Foto: Bea Prusinowska

Se rescató el empoderamiento de las mujeres, quienes en los trabajos grupales manifestaron su realidad, deseos y esperanzas para seguir formándose y animando sus comunidades. Un fructífero compartir experiencias, de apoyarse unas a otras y sentirse fortalecidas en el servicio que realizan, sabiendo que el vicariato y la parroquia estarán siempre para acompañarlas. “En el I Congreso no hablaban y ahora comparten lo que pasa en su comunidad”, mencionó Jandira Gutiérrez, profesora del Estrecho y coorganizadora del evento.

Propuestas para la vida comunitaria

En la tarde cultural, pusieron de manifiesto sus canciones, bailes según su grupo étnico, un espacio de revalorar la cultura y hacer memoria de los ancestros y ancestras que les han precedido. Casi al finalizar el encuentro, las participantes se reunieron en grupos según el interés y redactaron propuestas concretas para mejorar su vida comunitaria y la de toda la cuenca del Putumayo.

En el sector de salud, las mujeres indígenas recordaron que cada ciudadano tiene derecho a tener una buena salud y el deber de cuidarse. En ese sentido, exigieron que cada comunidad tenga un promotor de salud capacitado, y también contar con un botiquín comunal bien implementado. Indicaron que requieren las visitas de técnicos o enfermeros a comunidades aledañas, además de la visita de brigadas al menos dos veces al año. Por las necesidades, solicitaron que el centro de salud del Estrecho cuente con una sala de emergencia.

Foto: Bea Prusinowska

En educación, manifestaron que es un sector muy importante para los niños de las comunidades. Por eso, exigieron que los maestros identificados como bilingües sepan leer, escribir y que hablen en su lengua originaria. Que el docente sea activo, responsable, puntual en las actividades del pueblo, que haga reuniones con los padres de familia y que tengan la escuela limpia y ordenada con mobiliarios adecuados. También pidieron que las autoridades de la UGEL visiten a los maestros durante el año escolar.

Sobre la familia, las participantes declararon que para fortalecer el pilar de la sociedad se necesita talleres para parejas, diálogos de padres con hijos, así como la visita de autoridades competentes para abordar la violencia en el hogar. Expresaron la necesidad de que un psicólogo les visite en las comunidades, además de hacer reuniones de autoridades comunales y así cumplir con sus deberes y hacer respetar sus derechos para vivir en armonía.

Sobre el cuidado del territorio, primordial para mantener bien a las comunidades, expresaron que están abiertas a trabajar con algunas organizaciones públicas y privadas sobre el manejo sostenible de distintos frutos como el irapay, huasai, aguaje, ungurahui, entre otros.

Asimismo, expresaron la necesidad de informarse mejor sobre la propuesta de establecimiento del Área de Conservación Regional Medio Putumayo Algodón, y otras zonas protegidas; buscar soluciones para eliminar las deudas de las comunidades y mejorar el sistema de vigilancia comunal para prevenir la explotación de madera por parte de foráneos.

Respecto al fortalecimiento del liderazgo de la mujer amazónica, indicaron que es importante ser apoyadas por los padres, esposos y el pueblo en general. Detallaron que las lideresas deben ser elegidas por la comunidad y poseer cualidades como ser comunicativa, alegre, transparente, honrada y humilde. En ese sentido, remarcaron la importancia de las capacitaciones tanto de las instituciones del Estado como de organizaciones privadas y la Iglesia.

Finalmente, mencionaron que es crucial recordar que una buena lideresa pone en práctica las capacitaciones que recibe, y planificar reuniones anuales para evaluar los problemas comunitarios y buscar soluciones. Por último, demandaron el respaldo de la federación a los líderes de cada comunidad para su desarrollo.

03 Ago 2022

Alimentación saludable en el Putumayo: una difícil misión, pero no imposible

La lejanía y excesiva dependencia de Iquitos, con lanchas que demoran 10 a 15 días y alimentos como huevos y verduras que deben enviarse en avioneta, y el auge del narcotráfico, la minería y la extracción de madera se suman al desconocimiento general sobre la importancia del cultivo y consumo del producto que la tierra amazónica proporciona.

“Hay esperanza”. Son las últimas palabras que pronuncia Bea Prusinowska, misionera laica, natural de Polonia, del Vicariato de San José del Amazonas, tras una larga conversación sobre su visión sobre la situación alimentaria en donde vive desde hace más de una década. La provincia del Putumayo, bañada por el río del mismo nombre y con capital en El Estrecho, es una zona compleja. Fronteriza con Colombia y cercana a Brasil, pero sobre todo lejana, muy lejana. Y esa distancia, unida al auge del extractivismo voraz (desde 2020 el incremento de la actividad maderera y el aumento de dragas mineras procedentes de Colombia está a la vista de todos) y el narcotráfico determina en buena medida qué productos consumen las familias.

Boras, murui, maijunas, secoyas, kichwas, yaguas, ticunas y ocainas comparten un vasto territorio en el que el río Putumayo serpentea a lo largo de 1.300 kilómetros (solo en la parte peruana, su extensión total supera los 1.800). Se organizan en 74 comunidades donde viven solo 11.000 personas. La baja densidad garantiza, todavía, buena cantidad de recursos alimenticios. Pescado, taricaya, motelo, paiche, venado, huangana o majás se encuentran aún con cierta facilidad, pero el comentario que en zonas como el Bajo Urubamba o Alto Amazonas se escucha desde hace una o dos décadas empieza a oírse, cada vez con más fuerza, en el Putumayo. “Hay animales para cazar y pescar, pero ya comentan eso de que antes era más fácil, estaban más cerca, y ahora deben adentrarse más en el bosque y en las quebradas”, afirma la misionera. Mientras las actividades ilegales prosperan, los animales huyen.

Sin embargo, factores culturales y la geografía entran también en escena. Los primeros meses de pandemia hicieron visible la realidad: “Dependemos muchísimo de los centros urbanos y, en concreto, de Iquitos”. De ahí llegan los víveres. Grandes lanchas que, en el mejor de los casos, tardan 10 a 15 días en cubrir la ruta navegando también por zona colombiana y brasileña. “Verduras como la cebolla, la papa o el ajo aguanta un largo viaje, pero otras se malograrían en el camino, por eso las traen en avionetas con los huevos y los panes, por no hablar de los accidentes que hay en la boca del Putumayo”, relata Prusinowska. Con esta situación, no es extraño que las verduras sean escasas, caras y poco atractivas para una población cada vez más habituada al tallarín, el atún enlatado, el arroz y las bebidas azucaradas.

“No todo es negativo, hay fruta en abundancia como el camu-camu y el aguaje, pero cuando converso con la gente ves que cada vez hay menos hábito de ‘hacer la chacra’ y desde el centro de salud los doctores insisten: los índices de desnutrición siguen altos”, comenta la misionera, “la dieta es muy poco variada”. Y es que en el Putumayo se respira, en parte, desencanto hacia ciertas propuestas alternativas y, sobre todo, sostenibles. Pequeños proyectos de plantación de cacao o caña de azúcar no han tenido éxito, pues el mercado para la venta queda lejos. Falta de organización, altos costes del transporte y definición concreta de a quién y cómo comercializar el producto son, a día de hoy, algunos ‘hándicaps’. Además, puede incluso afirmarse que gran parte de la población se ha ‘rendido’, al punto de que hay zonas completamente dedicadas al narcotráfico donde la producción agrícola es prácticamente nula. “Por el Alto Putumayo, en Soplín Vargas, no encuentras casi nada de verduras, a lo sumo yuca y poco más”, lamenta la misionera.

Misionera que encuentra, entre la dura realidad, signos de ilusión como las ferias gastronómicas que se han realizado tanto en el Estrecho como en Mairidicai, una comunidad indígena cercana. “Se pudo probar comida murui, bora, maijuna, kichwa, secoya… en eventos así nos damos cuenta de qué calidad de comida existe, cómo se cocinan verdaderas delicias con algunas frutas y verduras que no se ven en el día a día”, detalla y lanza una pregunta para la reflexión, “¿por qué teniendo esa riqueza en la tierra, muchas veces, nos dejamos llevar por todo lo que, creemos, significa modernidad?”.

Invertir esos falsos mitos, revalorar lo propio y, sobre todo, apoyar y acompañar alternativas de vida y alimentación más equilibradas para las familias amazónicas debe ser uno de los principales retos a corto plazo. Una alimentación que garantice la seguridad alimentaria en toda la amplitud del término, desde la ‘cantidad’ hasta la ‘calidad’ de lo que se sirve en la mesa. Aportar un granito de arena, tanto desde la Iglesia como desde instituciones públicas, privadas y Ongs es un imperativo moral. Por las familias y por esta ‘tierra bendecida’ llamada Amazonía.

18 May 2022

Mujeres del Putumayo se unen por el cambio y el cierre de brechas

A través de un pronunciamiento, las participantes del Primer Congreso de la Mujer, realizado en la ciudad de El Estrecho, propusieron medidas al Estado y las federaciones indígenas para impulsar un cambio positivo, fortalecer a cada una de sus comunidades y continuar disminuyendo las brechas que existen en esta parte de la Amazonía.

Unas 40 lideresas provenientes de comunidades del Medio Putumayo se reunieron en el Primer Congreso de la Mujer para dialogar sobre las problemáticas que enfrentan en su día a día y plantear propuestas de solución. El encuentro se realizó el 14 y 15 de mayo en la ciudad de El Estrecho, en el distrito y provincia de Putumayo, región Loreto, y fue convocado por la Parroquia San Antonio de Padua y el Vicariato Apostólico San José del Amazonas.

Por medio de un pronunciamiento,  las mujeres participantes de este congreso expresaron su intención de impulsar un cambio en sus comunidades; donde existen servicios básicos precarios, así como limitados espacios de participación y exclusión; y de contribuir con el cierre de brechas en salud, educación y cultura, a través de acciones concretas que permitan mejorar la calidad de vida de los pueblos indígenas que viven en esta parte de la Amazonía.

Entre las solicitures que manifestaron a las instituciones del Estado están el supervisar la forma en la que se implementan los programas de salud, y fortalecer a los agentes comunitarios y las políticas públicias de salud intercultural. Esto último con el fin de promover el respeto de las medicina tradicional y que se articule su uso con la convencional. «La medicina tradicional debe ser respetada y valorada para realizar un verdadero enfoque intercultural en la salud», señalaron.

Las lideresas abordaron las problemáticas que enfrentan en su día a día para proponer soluciones. Foto: CAAAP

Asimismo, pidieron a las federaciones indígenas, aliados y autoridades locales promover espacios de formación para las mujeres indígenas, así como apoyar la formación y promoción de la artesanía para todas las personas de las comunidades nativas. «Estas prácticas no solo revaloran nuestra cultura, sino que es una alternativa para desarrollar una economía sostenible en las comunidades y visibiliza la riqueza cultural», explicaron.

Pese a que se invitó a la viceministra de Interculturalidad, Rocilda Nunta, a representantes del Juzgado de Paz Letrado, del Centro de Educación Básica Alternativa (CEBA), la Defensoria Municipal del Niño y Adolescente (DEMUNA) Estrecho, la Policía Nacional del Perú y el Centro de Salud Estrecho, ninguno asistió a este congreso. Solo participaron la Oficina Diocesana de Educación Católica (ODEC), el Centro de Emergencia Mujer (CEM), Programa Nacional PAÍS, Internado “Angelica del Niño Jesús” y el Colegio “Padre Medardo André”.

A continuación, lee el pronunciamiento de forma íntegra:

Pronuciamiento I Congreso de mujeres - PUTUMAYO

08 Jun 2021

Por el Alto Putumayo, donde el río nos une

Por: César Caro. Vicario General de San José del Amazonas (Perú)

Estaba emocionado por volar por primera vez en hidroavioneta, pero tuve que tener paciencia y esperar: solo hay un vuelo a Soplín Vargas a la semana, los miércoles, y si hace mal tiempo o la Fuerza Aérea necesita el aparato para otro menester, el viaje se pospone. En mi caso, hasta el viernes. Llegar al alto Putumayo es una aventura, pero por descontado que valió la pena.

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