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03 Ago 2022

Alimentación saludable en el Putumayo: una difícil misión, pero no imposible

La lejanía y excesiva dependencia de Iquitos, con lanchas que demoran 10 a 15 días y alimentos como huevos y verduras que deben enviarse en avioneta, y el auge del narcotráfico, la minería y la extracción de madera se suman al desconocimiento general sobre la importancia del cultivo y consumo del producto que la tierra amazónica proporciona.

“Hay esperanza”. Son las últimas palabras que pronuncia Bea Prusinowska, misionera laica, natural de Polonia, del Vicariato de San José del Amazonas, tras una larga conversación sobre su visión sobre la situación alimentaria en donde vive desde hace más de una década. La provincia del Putumayo, bañada por el río del mismo nombre y con capital en El Estrecho, es una zona compleja. Fronteriza con Colombia y cercana a Brasil, pero sobre todo lejana, muy lejana. Y esa distancia, unida al auge del extractivismo voraz (desde 2020 el incremento de la actividad maderera y el aumento de dragas mineras procedentes de Colombia está a la vista de todos) y el narcotráfico determina en buena medida qué productos consumen las familias.

Boras, murui, maijunas, secoyas, kichwas, yaguas, ticunas y ocainas comparten un vasto territorio en el que el río Putumayo serpentea a lo largo de 1.300 kilómetros (solo en la parte peruana, su extensión total supera los 1.800). Se organizan en 74 comunidades donde viven solo 11.000 personas. La baja densidad garantiza, todavía, buena cantidad de recursos alimenticios. Pescado, taricaya, motelo, paiche, venado, huangana o majás se encuentran aún con cierta facilidad, pero el comentario que en zonas como el Bajo Urubamba o Alto Amazonas se escucha desde hace una o dos décadas empieza a oírse, cada vez con más fuerza, en el Putumayo. “Hay animales para cazar y pescar, pero ya comentan eso de que antes era más fácil, estaban más cerca, y ahora deben adentrarse más en el bosque y en las quebradas”, afirma la misionera. Mientras las actividades ilegales prosperan, los animales huyen.

Sin embargo, factores culturales y la geografía entran también en escena. Los primeros meses de pandemia hicieron visible la realidad: “Dependemos muchísimo de los centros urbanos y, en concreto, de Iquitos”. De ahí llegan los víveres. Grandes lanchas que, en el mejor de los casos, tardan 10 a 15 días en cubrir la ruta navegando también por zona colombiana y brasileña. “Verduras como la cebolla, la papa o el ajo aguanta un largo viaje, pero otras se malograrían en el camino, por eso las traen en avionetas con los huevos y los panes, por no hablar de los accidentes que hay en la boca del Putumayo”, relata Prusinowska. Con esta situación, no es extraño que las verduras sean escasas, caras y poco atractivas para una población cada vez más habituada al tallarín, el atún enlatado, el arroz y las bebidas azucaradas.

“No todo es negativo, hay fruta en abundancia como el camu-camu y el aguaje, pero cuando converso con la gente ves que cada vez hay menos hábito de ‘hacer la chacra’ y desde el centro de salud los doctores insisten: los índices de desnutrición siguen altos”, comenta la misionera, “la dieta es muy poco variada”. Y es que en el Putumayo se respira, en parte, desencanto hacia ciertas propuestas alternativas y, sobre todo, sostenibles. Pequeños proyectos de plantación de cacao o caña de azúcar no han tenido éxito, pues el mercado para la venta queda lejos. Falta de organización, altos costes del transporte y definición concreta de a quién y cómo comercializar el producto son, a día de hoy, algunos ‘hándicaps’. Además, puede incluso afirmarse que gran parte de la población se ha ‘rendido’, al punto de que hay zonas completamente dedicadas al narcotráfico donde la producción agrícola es prácticamente nula. “Por el Alto Putumayo, en Soplín Vargas, no encuentras casi nada de verduras, a lo sumo yuca y poco más”, lamenta la misionera.

Misionera que encuentra, entre la dura realidad, signos de ilusión como las ferias gastronómicas que se han realizado tanto en el Estrecho como en Mairidicai, una comunidad indígena cercana. “Se pudo probar comida murui, bora, maijuna, kichwa, secoya… en eventos así nos damos cuenta de qué calidad de comida existe, cómo se cocinan verdaderas delicias con algunas frutas y verduras que no se ven en el día a día”, detalla y lanza una pregunta para la reflexión, “¿por qué teniendo esa riqueza en la tierra, muchas veces, nos dejamos llevar por todo lo que, creemos, significa modernidad?”.

Invertir esos falsos mitos, revalorar lo propio y, sobre todo, apoyar y acompañar alternativas de vida y alimentación más equilibradas para las familias amazónicas debe ser uno de los principales retos a corto plazo. Una alimentación que garantice la seguridad alimentaria en toda la amplitud del término, desde la ‘cantidad’ hasta la ‘calidad’ de lo que se sirve en la mesa. Aportar un granito de arena, tanto desde la Iglesia como desde instituciones públicas, privadas y Ongs es un imperativo moral. Por las familias y por esta ‘tierra bendecida’ llamada Amazonía.

18 May 2022

Mujeres del Putumayo se unen por el cambio y el cierre de brechas

A través de un pronunciamiento, las participantes del Primer Congreso de la Mujer, realizado en la ciudad de El Estrecho, propusieron medidas al Estado y las federaciones indígenas para impulsar un cambio positivo, fortalecer a cada una de sus comunidades y continuar disminuyendo las brechas que existen en esta parte de la Amazonía.

Unas 40 lideresas provenientes de comunidades del Medio Putumayo se reunieron en el Primer Congreso de la Mujer para dialogar sobre las problemáticas que enfrentan en su día a día y plantear propuestas de solución. El encuentro se realizó el 14 y 15 de mayo en la ciudad de El Estrecho, en el distrito y provincia de Putumayo, región Loreto, y fue convocado por la Parroquia San Antonio de Padua y el Vicariato Apostólico San José del Amazonas.

Por medio de un pronunciamiento,  las mujeres participantes de este congreso expresaron su intención de impulsar un cambio en sus comunidades; donde existen servicios básicos precarios, así como limitados espacios de participación y exclusión; y de contribuir con el cierre de brechas en salud, educación y cultura, a través de acciones concretas que permitan mejorar la calidad de vida de los pueblos indígenas que viven en esta parte de la Amazonía.

Entre las solicitures que manifestaron a las instituciones del Estado están el supervisar la forma en la que se implementan los programas de salud, y fortalecer a los agentes comunitarios y las políticas públicias de salud intercultural. Esto último con el fin de promover el respeto de las medicina tradicional y que se articule su uso con la convencional. «La medicina tradicional debe ser respetada y valorada para realizar un verdadero enfoque intercultural en la salud», señalaron.

Las lideresas abordaron las problemáticas que enfrentan en su día a día para proponer soluciones. Foto: CAAAP

Asimismo, pidieron a las federaciones indígenas, aliados y autoridades locales promover espacios de formación para las mujeres indígenas, así como apoyar la formación y promoción de la artesanía para todas las personas de las comunidades nativas. «Estas prácticas no solo revaloran nuestra cultura, sino que es una alternativa para desarrollar una economía sostenible en las comunidades y visibiliza la riqueza cultural», explicaron.

Pese a que se invitó a la viceministra de Interculturalidad, Rocilda Nunta, a representantes del Juzgado de Paz Letrado, del Centro de Educación Básica Alternativa (CEBA), la Defensoria Municipal del Niño y Adolescente (DEMUNA) Estrecho, la Policía Nacional del Perú y el Centro de Salud Estrecho, ninguno asistió a este congreso. Solo participaron la Oficina Diocesana de Educación Católica (ODEC), el Centro de Emergencia Mujer (CEM), Programa Nacional PAÍS, Internado “Angelica del Niño Jesús” y el Colegio “Padre Medardo André”.

A continuación, lee el pronunciamiento de forma íntegra:

Pronuciamiento I Congreso de mujeres - PUTUMAYO

08 Jun 2021

Por el Alto Putumayo, donde el río nos une

Por: César Caro. Vicario General de San José del Amazonas (Perú)

Estaba emocionado por volar por primera vez en hidroavioneta, pero tuve que tener paciencia y esperar: solo hay un vuelo a Soplín Vargas a la semana, los miércoles, y si hace mal tiempo o la Fuerza Aérea necesita el aparato para otro menester, el viaje se pospone. En mi caso, hasta el viernes. Llegar al alto Putumayo es una aventura, pero por descontado que valió la pena.

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