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15 Abr 2023

“Ama, cuida y protege la vida”: Pascua frente a los abusos

Por: César Caro (Vicariato San José del Amazonas)

La cruz ingresó cargada por adolescentes del internado, llegados de todo el Putumayo para poder estudiar; chicas y chicos muy pobres, indígenas bastantes de ellos, vulnerables. La habían decorado con dibujos que mostraban el horror que acometimos, como hilo conductor, durante toda la Semana Santa: la injusticia y la muerte en los abusos sexuales a los menores.

Cantábamos “Cristo te necesita para amar”, hasta que esa gran cruz llegó al presbiterio, donde las manos de los jóvenes la mantenían parada. Fueron saliendo chicas; una señalaba una de las ilustraciones mientras otra hacía una petición breve y rotunda: “por las niñas y niños que son abusados”, “por las mujeres maltratadas” … después de cada oración, resonaban en la iglesia repleta fuertes martillazos: clavos enormes hienden la madera, quebrantan los huesos de Jesús, crujen las almas de los ultrajados.

Se unieron otras voces adultas desde su sitio: “por las autoridades que no hacen nada” … “por todos nosotros, indiferentes a ese sufrimiento” … Y cada vez, los golpes, crueles y solemnes, sobre el silencio incómodo y aplastante, trasunto del mutismo que a menudo nos infecta cuando conocemos situaciones de abuso, cuyo escenario más frecuente es la propia familia del menor.

“¿Con qué personaje de la Pasión podemos identificarnos cada uno de nosotros?” – pregunté en esta homilía de Viernes Santo. Un relato que fue proclamado por voces femeninas y juveniles, y que vuelve a ocurrir hoy; una historia de la que todos formamos parte… ¿Tal vez como Judas, traicionando con ese machismo enquistado? ¿O como Pedro, que niega la evidencia? O formando parte de una turba ciega y manipulada. O peor, lavándonos las manos, “eso no es asunto mío, que lo resuelva la policía"...

En el frontis del altar, esta frase: “Ama, cuida y protege la vida”. Necesitamos desencadenar un cambio cultural para erradicar esta atrocidad, que fue desgraciadamente naturalizada y recubierta con escombros del viejo patriarcado. Lo primero es afrontarla, mirar la cruz sin miedo, con decisión. Basta ya de eufemismos y de disimulos cobardes. El madero de la tortura está elevado y no admite paliativos.

Los seguidores de Jesús se fueron acercando a la cruz para venerarla. Todos la tocaron. Unos se arrodillaban; otros besaban las heridas santas de nuestros niños y niñas; otros abrazaban esas laceraciones interiores de tantas vidas infantiles destrozadas; muchos lloraban, impactados por la ferocidad con que el egoísmo humano sigue matando a Jesús hoy. Desde donde estaba sentado, yo podía ver y dejarme impactar por lo que cada persona desprendía.

Adorar, inclinarse, servir. Acariciar y lavar con reverencia los pies manchados de sangre inocente. Armados con la ternura, “el camino elegido por los hombres y mujeres más fuertes y valientes” (FT 94) para atrevernos a compartir ese dolor sin nombre, como Iglesia que se acerca, que escucha, que vuelve real el amor del Cordero sacrificado, del Siervo humilde.

Pero también hay que levantar la voz. Gritar que en la cruz de Jesús están clavados muchos niños, niñas, adolescentes, mujeres; maltratados, violados, denigrados. Hay que incluir esta realidad en los programas de formación de agentes pastorales, en las capacitaciones de profesores, papás y mamás, en reuniones parroquiales, en las visitas a las comunidades… Es urgente denunciar, ponerse de pie, alzar la mano con la vela prendida, sin dudar, sin fisuras, juntos.

Hemos servido el pan consagrado el Jueves, como prescribe la liturgia. Era una única gran torta de pan ácimo que partimos y compartimos, cuyos pedazos, un día después, estaban más duros; un pan difícil de tragar. Duele comulgar con el Cristo roto, absolutamente destruido en tantos pequeños indefensos. Es difícil seguir a Jesús encarnado en esta humanidad fracasada, que sin embargo Él contempló siempre preñada de esperanza. Cuesta entender, pero hay que comprometerse. Feliz Pascua.

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Artículo publicado originalmente en el blog Kpayo: Misionero en la Amazonía peruana. Se puede leer aquí.

08 Abr 2023

Vicariato de San José del Amazonas traza su camino hacia una Iglesia con rostro amazónico con la culminación de su Plan Pastoral

Con más 80 participantes provenientes de las cuencas del Putumayo, Napo, Yavarí y Amazonas, ha terminado el proceso para la elaboración del Plan Pastoral 2023-2028, iniciado hace tres años con el fin de ir plasmando una Iglesia con rostro y corazón amazónicos.

Después de tres años de espera, el camino iniciado para la elaboración del Plan Pastoral del Vicariato Apostólico de San José del Amazonas, que empezó a recorrerse a mediados de marzo de 2020, culminó. Con la presencia y participación de más de 80 participantes entre misioneros, agentes pastorales y laicos, se terminó de trazar el documento que guiará la labor de este vicariato, -uno de los ocho que conforman la Amazonía peruana-, por los próximos cinco años.

El Plan Pastoral 2023 - 2028 no es solo un papel, sino una experiencia de convergencia a la luz del Sínodo de la Amazonía y de los sueños del Papa Francisco en “Querida Amazonía”. Se ha conformado luego de un largo proceso sinodal de discernimiento y decisión. El documento recoge además los aportes compartidos en la última Asamblea del Vicariato de San José del Amazonas, realizada el 15 al 21 de marzo en la localidad de Indiana, en la provincia de Maynas, Loreto.

Foto: Vicariato de San José del Amazonas

En una primera etapa se dibujó la situación social, económica, política, ambiental y religiosa del vicariato con el mayor realismo y rigor posibles para conformar el marco situacional. La navegación continuó reflexionando y discerniendo acerca de los elementos que debían integrar el propósito; y así, en la Asamblea Vicarial de 2022 quedaron definidos la misión, la misión y los valores: qué somos, qué hacemos, a dónde queremos llegar, qué se quiere lograr como Iglesia amazónica y con qué estilo.

Foto: Vicariato de San José del Amazonas

El estudio de los documentos, el debate, la escucha mutua y el diálogo para descubrir los puntos más relevantes y significativos para la Iglesia en la Amazonía peruana condujo a la composición del marco doctrinal, para finalmente plantear los objetivos estratégicos a donde se apuntarán durante los próximos cinco años, y dirigir la proa hacia los horizontes identificados y compartidos, e ir plasmando una Iglesia con rostro y shungo (corazón) amazónicos.

01 Feb 2023

Compartir reconociendo sus raíces: Pueblos Murui, Kichwa y Bora participan del II Congreso de la Mujer

La ciudad de El Estrecho, en Putumayo, albergó por segundo año consecutivo a más de 50 lideresas de 19 comunidades indígenas de la región Loreto. Un espacio en el que pudieron plantear a las autoridades locales presentes sus propuestas sobre las dificultades que les impiden alcanzar el Buen Vivir en sus comunidades.

Por: CAAAP

Un espacio para reconocer sus raíces, recordar a sus ancestros y autoidentificarse para elevar sus voces conociendo sus derechos. El II Congreso de la Mujer, realizado el 28 y 29 de enero en la ciudad de El Estrecho, en el distrito y provincia de Putumayo (Loreto), reunió a 59 lideresas de los pueblos Murui, Kichwa y Bora, representantes de 19 comunidades indígenas de la cuenca del Putumayo. Mirándose a los ojos, compartieron sus experiencias para empezar a asumir su participación como autoridades comunales.

Un año atrás se desarrolló el primer congreso que marcó un comienzo a este proceso donde las participantes buscan impulsar un cambio en sus comunidades para alcanzar el Buen Vivir, así como contribuir en el cuidado de la Casa Común. Continuando con este camino, ellas se volvieron a encontrar, convocadas, nuevamente, por la Parroquia San Antonio de Padua, del Vicariato Apostólico de San José del Amazonas, y con el acompañamiento del Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP).

Ser lideresa en comunidad

Durante este espacio, las lideresas contaron sus procesos de autoidentificación y la importancia de reconocerse para hacer valer sus derechos. “No me había identificado antes. Mirando mis raíces, mi cultura, me identifiqué ante mi madre. Soy Murui (…) Pero cuántas hermanas de diferentes culturas no lo saben (…) Estamos perdiendo nuestra cultura. Enseñen a sus hijos y a sus nietos la lengua. No se avergüencen”, sostuvo Olga María Alvarez Flores, representante de la Federación de Comunidades Nativas Fronterizas del Putumayo (FECONAFROPU).

Foto: Parroquia San Antonio de Padua

Otro punto abordado por las participantes del congreso fueron las principales problemáticas y dificultades que enfrentan para asumir sus liderazgos en sus comunidades. “Donde hay una mujer, hay un varón, donde hay un varón hay una mujer. Ambos juntos debemos trabajar en armonía, dejando el machismo de lado. Tenemos ahora igualdad de género. Las mujeres tenemos la misma capacidad de asumir cargos”, indicó una de las participantes.

Tejiendo puentes

Además de reconocerse y compartir sus experiencias, las mujeres, provenientes de los distritos de Rosa Panduro y Putumayo, lograron tejer puentes con autoridades locales del Estado, tales como la Unidad de Gestión Educativa Local (UGEL), el centro de salud y el Centro de Emergencia Mujer (CEM). “Ellos han venido a aprender de nosotros, y a ayudarnos a despertar nuestra mente, de cómo debemos vivir en nuestras comunidades como autoridades y comuneras, como podemos dialogar. Eso nos están enseñando”, expresó otra de las participantes.

Luego de analizar en grupos cada una de las brechas que se deben atender por las autoridades presentes, las lideresas propusieron, en el sector educativo, que se supervise la mejora de la infraestructura de las instituciones educativas y se fortalezca la supervisión a los docentes, a fin de que estos cumplan con sus horarios y respeten las normas de las comunidades. En salud física, se solicitó mayor personal médico y enfermeras; y en el área de salud mental, realizar capacitaciones y sensibilización entorno a la violencia, en coordinación con el CEM.

Las demandas respecto al CEM fueron el fortalecimiento del equipo para la atención integral de las personas víctimas de violencia. Asimismo, tener un rol más activo en la prevención con la ejecución de actividades de prevención en las comunidades indígenas de la zona.

Foto: Parroquia San Antonio de Padua.

Para la coordinadora del proyecto y representante del CAAAP, Andrea Bernal, este encuentro es importante porque permite compartir experiencias, saberes y estrategias para seguir fortaleciendo a la mujer indígena e ir generando una red de apoyo, ante las falencias de atención que hay por parte del Estado y otras problemáticas estructurales. “Se ha evidenciado como cada una de las participantes fortalece su vocería y liderazgo. Se espera que en el tercer encuentro puedan participar más mujeres de comunidades del Alto Putumayo, para así seguir potenciando la participación de jóvenes”.

En el II Congreso de la Mujer participaron también Elizabeth Cortez Mananita, del Centro de Emergencia Mujer del Estrecho; Inés Zavala Cabrera, psicóloga del Centro de Salud del Estrecho, Dina García Hernández, en representación de la Policía; Helen de los Ángeles Romero Rengifo, de la UGEL Putumayo y Madeleine M. Ramos Vargas, del Programa País.

20 Ago 2022

“Yo estuve contigo”

Deseamos concretar el Sínodo y proyectar el futuro con audacia, respondiendo al desafío del sueño de Dios a través de rutas nuevas. Aportamos, debatimos y matizamos en medio de bromas y risas, muy relajados. Lo que emerge en el diálogo bajo la maloka, después se refuerza en las conversaciones en el comedor o en los descansos, desenfadadas, afectuosas. Y se apuntala con fuertes shungos de cariño y convicción compartida en la jornada de descanso y convivencia o en la “noche cultural”.

Por: P. César Caro.

Cuando pasen algunos años y miremos atrás, recordaremos estos días. Este encuentro será como un fogonazo en la ilusión, el momento en que nos sentimos Iglesia creadora y vivimos la aspiración de lo nuevo, la posibilidad de hacer realidad los sueños.

Indiana es el corazón del Vicariato, donde todo comenzó, el escenario de los esfuerzos de los pioneros, de sus perplejidades ante la realidad y sus primeros descubrimientos. Entre los misioneros de hoy, tan distintos de aquellos, fluye la complicidad y reverberan las sonrisas. Experimentamos que nos queremos.

Por supuesto que, en un grupo humano tan variado en culturas y bagajes formativos y vitales, se dan discrepancias y erosiones, pero la sensación que predomina es la de converger. Somos y deseamos profundamente ser una iglesia sinodal, no piramidal, no clerical. Un colectivo mayoritariamente participativo, femenino, laical, igualitario, circular. Es nuestro ADN desde hace décadas.

Esta mañana hemos puesto a punto el Marco Doctrinal de nuestro Plan Pastoral. Nuestro horizonte inspirador, las ideas fuerza en torno a las cuales vertebrar nuestra misión en los próximos años: Iglesia en salida, inculturada e intercultural, comprometida con la defensa de la vida, identificada con los más vulnerables… Iglesia que escucha, camina y ama entrañablemente nuestra Amazonía.

Aportamos, debatimos y matizamos en medio de bromas y risas, muy relajados. Lo que emerge en el diálogo bajo la maloka, después se refuerza en las conversaciones en el comedor o en los descansos, desenfadadas, afectuosas. Y se apuntala con fuertes shungos de cariño y convicción compartida en la jornada de descanso y convivencia (dinámicas, juegos, deporte, piscina…), en el taller de artesanía y en la “noche cultural”, la fiesta en la que todos salimos a actuar, bailar y cantar. Y comemos torta y canchita.

Hay espacio para tratar de descender de los grandes principios a los programas concretos, y ahí el discernimiento colisiona con los mecanismos acostumbrados y la inseguridad que provoca plantear cambios. En la misión también hay zona de confort y buscamos ensayar fórmulas diferentes ante los nuevos retos soñados por Diosito. Es más lento y más espinoso, pero nunca se ausenta el afecto entre nosotros.

La Eucaristía es el colofón, la hora de ofrecer y agradecer todo lo vivido y trabajado. Cada cual interviene expresando un sentimiento, un deseo, una plegaria. El final es el envío y la bendición, y esta vez lo hicimos con las semillas que en el Evangelio de ese día (San Lorenzo) Jesús usaba como imagen de la entrega total de uno mismo y también de morir a los paradigmas viejos; justo en la oración de la mañana habíamos hecho el gesto de quemar -desaprender- los esquemas, modos de pensar y de hacer que ya no suman para plasmar una Iglesia con rostro amazónico.

De modo que las semillas, cuidadosamente preparadas durante todo aquel día (como hace nuestra gente linda), se pusieron en las manos venerables de los misioneros más experimentados de cada cuenca, los corazones más sabios: Belén por el Amazonas, la madre Socorro por el Napo, Félix por el Putumayo e Ivanês por el Yavarí (dos laicos y dos religiosas). Mientras cantábamos, nos acercábamos y ellos nos entregaban unas pocas semillas; y así se renovó nuestro envío y así nos bendijo Dios: a través de nuestros hermanos, como es su elección y su gusto.

Sí, voltearemos la vista y en nuestra memoria refulgirá este tiempo en que quisimos concretar el Sínodo y proyectar el futuro con audacia, respondiendo al desafío del sueño de Dios a través de rutas nuevas. No sé si lo lograremos (el tiempo lo mostrará), pero podremos decir con orgullo: “Yo estuve allí. Yo estuve contigo”.